El Barcelona no gana ni en casa
Al Racing le bastó para empatar el juego serio que impone Miera a sus equipos
Ya no quedan valores absolutos en una Liga más interina que nunca. El Barça no gana ni en casa. El Racing acabó anoche con el carácter sedentario que se le suponía al colectivo azulgrana. Pese a que los visitantes que habían desfilado tuvieron siempre un rango más de acompañantes que señas desestabilizadoras, los barcelonistas habían despachado los choques del Camp Nou sin apuros tras el mal debú con el Mérida. Pero ayer se encallaron en un partido asqueroso.El grupo azulgrana quedó congelado. Más que el resultado, al público le dolió sobretodo la imagen del equipo: esperpéntico, deslavazado, histérico. El Racing no tuvo necesidad de ningún acto heroico para resistir (Ceballos detuvo tres balones). Tuvo una plácida noche. Le bastó la seriedad propia de los equipos de Miera para: sacar un empate que, visto como pintaba el choque (los locales hablaban de tomarse la, revancha del 5-0 del año pasado) fue un botín muy apreciable.
El calendario condicionó la contienda en el bando azulgrana. La llegada del Sevilla el próximo martes y la visita el sábado al Calderón, llevó a Rexach a ojear la carpeta de las amonestaciones (Roger, Popescu y Figo están amenazados de suspensión y Guardiola fue sancionado con dos partidos) y tratar de administrar fuerzas. Nació así un equipo intermedio, de medio pelo y muy anárquico en la gestación del juego. Tan deslabazado estuvo el fútbol local que Hagi se arrimó al banquillo y le soltó a Charly (Cruyff guardó cama por culpa de la gripe): "!Alguien tiene que jugar de extremo, hombre!". Y agregó: "Aquí, todos hacen lo mismo: mucho bla, bla, bla y nadie está en la banda".
El desgobierno presidió el primer tiempo barcelonista. La ausencia de un medio centro natural dejó el choque en manos de demasiadas cabezas. Mal asunto cuando en el Barça se duplican los puestos, y ayer entre Amor, Celades y Roger dejaron desnudo al ombligo del campo. Funcionó sólo la recuperación del balón. Tanto la dirección como la definición quedaron abortadas por la falta de control, la imprecisión y la precipitación. El cuero viajó siempre al córner (ocho en media hora) y ese es un mal síntoma en los equipos de Cruyff.
El gol sólo podía llegar a la carrera o a la contra. Kodro aprovechó un balón interior que Amor había robado en su propio campo y Txema le puso e lazo a un regalo de Bakero en un mal pase (Lopetegui nada pudo. hacer). No hubo más. Falto de ritmo y presa del pastel que presidía el medio campo, el choque fue un diálogo de besugos. Quería y no podía el Barça y no sabía el Racing. El marcador, sin embargo, le daba la razón al grupo visitante. Jugó siempre de acuerdo a la pizarra de Miera. Nada de lo que dijo en el camerino tuvo que corregirlo en la hierba. El choque transitó siempre a gusto de los forasteros.
Puesto que el Barcelona se empeñó en intentar resolver el partido por la vía rápida, sin atender al colectivo sino a las individualidades, Rexach acudió a Prosinecki. Tampoco funcionó de entrada. El grupo azulgrana se fue descomponiendo al tiempo que el Racing crecía. No tuvo Charly más remedio, al final, que acudir a Popescu, para encontrar un punto de referencia. Pero el choque no perdió el tono patético que tuvo desde el inicio.
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