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Tribuna:GATOMAQUIAS
Tribuna
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Fantasmas en la ópera

Los cultos del PP acusan de ocultismo a la ministra de Cultura con respecto a los esotéricos presupuestos del malhadado y encantado Teatro Real. ¿Ejercita quizás Carmen Alborch, hermosa cabeza, de bruja mediterránea, la nigromancia en sus tareas de gobierno?, o será que los cultos populares, poco frecuentadores del diccionario, no saben que ocultista no es el que oculta algo sino el que practica en cualquiera de las frondosas ramas del árbol de las Ciencias Ocultas. Sin embargo algo de ocultismo, esoterismo y hermetismo hay en esto del Teatro Real, babélica obra, cuento de nunca acabar en los anales madrileños des de que a principios del siglo XVIII una compañía de trufaldines, nombre que se les daba a los cómicos italianos, solicitó y obtuvo permiso para construir un teatro en los lavaderos públicos de Los Caños del Peral, donde ya existía un ínfimo corral de comedias. Los males de este teatro maldito, que llegaría a ser Teatro Real, comienzan con los pobres trufaldines a los que el pueblo de Madrid critica por representar óperas en italiano menospreciando el arte autóctono. Quiebran los italianos que habían mejorado sensible mente el edificio, trabajo por el que perciben 8.080 reales de las arcas públicas al abandonarlo, y en 1737, otro italiano, el intrigante marqués de Scotti, plenipotenciario del duque de Parma, se hace cargo de la construcción de un nuevo edificio en su calidad de protector y director de las óperas italianas, nombrado por su majestad Felipe V, gran aficionado al género. Scotti caballero ilustrado y amigo de las Artes y las Letras, no había venido a España para montar óperas y levantar teatros, sino con el encargo de derrocar al cardenal Alberoni, el valido, trabajo para el que le venía de perillas su coartada de protector de las Artes y asesor cultural del monarca. Mientras construía el teatro y programaba artísticas veladas reales, el marqués destilaba en los oídos del rey venenosos comentarios sobre el antiguo abate, hijo de un jardinero, convertido en cardenal, favorito y maestro de intrigas a tres y más bandas sobre el tablero de Europa, que sería, derrocado' finalmente gracias a la insidiosa campaña de su compatriota y colega de conjuras, . complós y conspiraciones. Con Scotti se acabaron las cuentas claras y los presupuestos limpios, el noble italiano construyó el teatro con maderas de Valsaín, la mitad de la cal que iba destinada a la construcción del Puente de Toledo y otros materiales de construcción embargados de los que entraban en Madrid para otros usos. No existe otra cifra después de los 8.000 reales de los trufaldines con trazas de verosimilitud en los innumerables presupuestos elaborados para las innúmeras obras, construcciones y reconstrucciones, remodelaciones y rehabilitaciones que han engrosado, piedra a piedra, los bolsillos de asesores y contadores, constructores y reformadores a sueldo del Estado, sin conseguir un resultado acorde con tanto esfuerzo y tanto gasto. La planta actual del teatro es de 1850, obra discutida desde su arranque, de Antonio Aguado, arquitecto también del palacio de Villahermosa y del edificio de la Real Academia, que le quedaron mucho mejor que el coliseo, a juicio de críticos com Gaya Nuño (obra insulsa la llama) y de cronistas como Fernández de los Ríos que, tras comparar sus muros con los de un * a fortaleza define. el edificio "como una gran mole sin belleza y sin gusto artístico que admirar". La construcción del nuevo teatro iniciada en 1818 se paralizó varias veces por falta de fondos, rencillas entre sus patrocinadores que eran el Ayuntamiento, el Patrimonio y el Estado y accidentes sin cuento, continuando esta maléfica, tradición hasta nuestros días con estrépito de arañas, ocultismos presupuestarios y procuradores fantasmas del PP- que no acuden a la, visita protocolaria e institucional previa a la inauguración empeñados en su particular caza de brujas contra la ministra ocultista, esfinge de misteriosa risa y revoloteantes enaguas.Pero el legítimo fantasma de la Ópera, heredero de una digna tradición, espécimen homologado por la fantasmología espiritista, es un espectro se río y culto, un gran aficionado al bel canto emparedado entre los muros de la fortaleza, figura virtual en el irreal Teatro Real, a cuyos responsables, constructores y reformadores castiga. Ectoplasma inundado de justificada ira que emerge de las húmedas profundidades de la plaza de Isabel II, de los antiguos caños, sombra aturdida por el ruido dé las obras y el trepidar del metro, condenado a no gozar, ni dejar gozar a los demás, de los placeres de la música y el canto.

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