La rebelión de los pobres
Fue una jornada atípica, desconocida. Casi impensable. El Hércules, el intocable líder, protagonizó el primer petardazo, cayendo por segunda vez en toda la temporada. Sucedió en Vitoria, ante un enorme Alavés. Ocurrió también que el Villarreal triunfó en su terreno, circunstancia que no se daba desde el 3 de septiembre. David Vídal no sabía aún lo que era un mísero punto. Ya` tiene tres. El zapatazo del veterano Roberto desde su casa le permitió, por fin, sonreir.Sucedió asimismo que el Toledo perdió un encuentro en casa, otro hecho desconocido hasta el momento. La imagen de Villalvilla buscando el balón en la red sólo la conocían los aficionados del Hércules, único equipo que hasta ahora había conseguido semejante triunfo. El Marbella, que estrenaba en el banquillo a Manolo Cardo, se convirtió en el segundo protagonista de lo que ya se antojaba una heroicidad.
Claro que la bomba de la jornada estalló en San Mamés. 13 partidos después, 1.170 minutos después, el Athletic de Manolo Sarabia conseguía una victoria que, en vista de la experiencia, parecía prohibida. La víctima fue la que tenía que ser, esto es, el peor equipo de la categoría. No por clasificación, que al fin y al cabo sólo roza la promoción de descenso. Pero sí por la manera en la que el Mallorca, superfavorito, supermillonario, y súper todo lo que se quiera, está arrojando a la basura la ilusión de su aficiónOtro que tal baila, tan de la mano del Mallorca en el funeral de cada jornada, es el Lleida, que propició el ya comentado, y desconocido por Inusual' , triunfo del Villarreal. Entre los supuestos grandes, sólo Osasuna mantiene, con más pena que gloria, el tipo. Los de Paquito cayeron el sábado en Leganés, ante un rival cuyas machadas ya no son noticia. Sánchez Duque se encontró al Leganés en el infierno y le ha colocado cerca de las estrellas.
Claro que, para estrella, Manuel Mosquera, el máximo goleador de la Segunda División. Ha salido del más oscuro de los anonimatos para meter a su equipo en posición de ascenso. En la mañana de ayer se sacó dos golazos de su bota derecha que tumbaron al mismísimo Barca. En el primero, sacó un precioso globo desde el suelo; en el segundo, hizo de un agujero un enorme pasillo. Y por él entró hasta la cocina. Lo de su equipo y lo del Badajoz ha dejado de ser una anécdota. El espectáculo, con la excepción del Hércules, comienza a ser patrimonio de los pobres.
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