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El urbanisno, afección hepática

Todo plan de urbanismo, en sus pretensiones, refleja síntomas de grave esquizofrenia. Una cosa es lo que cuentan sus documentos y otra bien distinta la que se esconde en las mentes de quienes los trazan, o llevan. adelante. De una parte va el discurso teórico. Y de otra, la práctica cotidiana de la resolución de, los problemas urbanos.Los urbanistas, redactan los planes suplantando muchas veces funciones y cometidos que debieran rresponder a los políticos. Porque un plan de urbanismo establece un repertorio exhaustivo de respuestas con vocación de globalidad, que recurre de forma sistemática al principio del orden para prejuzgar un escenario , que, si no se regula por las leyes y disposiciones comúnmente aceptadas, comporta el desorden, y tras él, la violencia. El actual modelo de desarrollo social parece convenir que el progreso requiere planificación, o al menos programación. Al ser el urbanismo una de las técnicas básicas de ese mecanismo de orden, constituye el escenario donde los modernos socialdemócratas y los herederos de los antiguos liberales desdibujan sus diferencias.

En Madrid estamos saliendo de un planteamiento urbanístico ideologizado, socialdemócrata, intervencionista respecto al desarrollo económico de los operadores privados. Técnicamente era brillante, de vocación compensatoria en lo referente a desigualdades sociales. Favorecía el desarrollo de la gestión pública para rematar viejos problemas urbanos que Madrid no había resuelto y que sólo desde la iniciativa pública se han podido atajar. El Plan de 1985 impulsó eficazmente operaciones urbanas felizmente resueltas, como Atocha, el Plan 18.000 Viviendas, el Campo de las Naciones o el Pasillo Verde Ferroviario. Pero tuvo consecuencias negativas para la ciudad por su propia ideologización. Con este Plan se produjo la mayor carestía histórica de suelo. Se abandonó toda política residencial dirigida a las clases medias.. Se disminuyó la población residente en el casco histórico. Y se colapsó el soporte de infraestructuras básicas urbanas.

Hoy, tras la aprobación inicial por el Ayuntamiento, nos encontramos con que ha terminado la información pública del Nuevo Plan General. Documento al que le han llovido 13.000 alegaciones, detectándose más de 3.000 errores materiales. Lo que indica que existe cierto interés general en ello. Pero por encima de ello cabe preguntarse en qué ha variado el modelo, de ciudad al que los nuevos urbanistas quieren dirigimos.

Normalmente los planes pretenden acotar el crecimiento de la ciudad, primando la conservación del téjido histórico y de aquellas zonas que por su baja densidad y calidad medioambiental deben ser preservadas. En consecuencia, cuando los planes protegen y no recalifican, las presiones de los operadores inmobiliarios -y a veces las de los mismos vecinos- se aplican para conseguir tales medidas, que enriquecen a unos y demeritan el patrimonio de todos. Lo sorprendente es que ésta es la primera vez en que los vecinos propietarios y usuarios se han opuesto a las determinaciones del plan, solicitando que sean menos especulativas.

Choca también que las llamadas operaciones urbanísticas estrella (Campamento, Ciudad Aeroportuaria y Chamartín) carezcan de planeamientos específicos, con la simple remisión a un posterior tratamiento cuando proceda. Quedando en todo caso sin garantizar la presencia de las administraciones en lo que es de su competencia indeclinable: la garatía en cuanto a la satisfactoria presentación de los servicios públicos y el momento preciso en que éstos estarán disponibles. De otra parte, resulta extravagante que siendo la Administración de la CAM del mismo partido que la del Ayuntamiento, no se hayan convenido acuerdos expresos en cuanto al modo y manera de desarrollar las operaciones urbanísticas que el NPG define como, fundamentales.

Un planeamiento urbanístico exige un modelo. El NPG carece de modelo de concertación política y social. Recoge calificaciones urbanísticas tan extensas y a la vez prolijas como las que se han derivado del pacto exclusivo entre promotores y administradores. Es largo en su documentación, prolijo en su articulado y oscuro en sus objetivos. Dice ser liberal, pero es débil. En la definición de un modelo y en la propia concreción de sus axiomas. Como el paleoliberal que subyace en su planteamiento de fondo como si fuera cierto que "a mayor oferta de suelo, menor precio del mismo". Cuando lo que realmente convierte al territorio disponible en suelo edificable -es, decir, en oferta real- es su accesibilidad (la inversión pública en infraestructuras) y su capacidad de ser urbanizado en periodos cortos (la concurrencia del capital inmobiliario privado). Todo ello, después de las experiencias habidas en nuestra ciudad, le hace a uno pensar que hay quienes entienden que las técnicas instrumentales del urbanismo son las que dotan a éste de su esencia, y que practicando las cosas a la manera y técnica de los urbanistas es como se hace el urbanismo. Craso error equivalente a considerarlo como una mera afección del organismo, digamos de carácter hepático, que al gunos padecen y que debe de tratarse con pastillas y largas estancias en la cama. Como si fuera un simple problema técnico, dotado de discurso propio. Hay quienes dicen: "El. urbanismo no consiente..." del mismo modo que otros derterminan cómo ha de tratarse la hepatitis.

Manuel Ayllón es arquitecto.

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