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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pluralismo catalán

EL NUEVO Parlamento catalán salido, de las elecciones del pasado domingo seguirá contando comn la presencia de cinco formaciones, pero su composición reflejará de manera mas eficaz el pluralismo real de la sociedad catalana. El ascenso del PP acaba con la excepcionalidad: de que la principal fuerza del centro-derecha fuera casi marginal en Cataluña. Ello recorta en similar medida la hegemonía del nacionalismo moderado, agrupado en torno a Pujol, pero la coalición que éste preside sigue ocupando el centro del espacio político, catalán, y el hecho de haber aumentado el número de votos demuestra que su posición es sólida. Simultáneamente, el desgaste del partido socialista, que en Cataluña tiene un componente claro de catalanismo, permite una redistribución simultánea en favor de Esquerra Republicana (ERC), por, una parte, y de Iniciativa (IC-EV), por otra. El resultado es un panorama más abierto, tanto en relación a la política interna catalana como, a su proyección en la política española.La pérdida de la mayoría absoluta obligará a Pujol a buscar acuerdos, estables o variables, y, por ello, a tomar más en consideración el juego. parlamentario. Un efecto concreto será la posibilidad, por primera vez, de un control efectivo de la radio y televisión autonómicas, utilizadas hasta ahora, pon el máximo desenfado por la coalición nacionalista.

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El 13% obtenido por el PP constituye el mejor resultado para esta fuerza en unas autonómicas y supera incluso a la UCD de las autonómicas de 1980, que alcanzó un 10,5% de votos. Es un buen punto de partida para intentar recuperar cuotas similares a las de la suma de la UCD y la antigua AP en 1977 y 1979: en tomo al 20%. Ello es condición necesaria, en todo caso, para aspirar a una mayoría suficiente, para gobernar en toda España. La marea popular no se traduce, sin embargo, en la liquidación del socialismo. El PSC ha confirmado, tras las municipales, poseer un suelo bastante estable, entre el 25% y el 30%. Joaquim Nadal, un candidato tardío y cuestionado por sectores de su partido, ha mantenido el tipo con dignidad.

Pujol ya ha anunciado que no dibujará antes de las generales una geometría definitiva para su Gobierno. Tiene muy cerca dos fórmulas sencillas: el acuerdo con ERC, que le daría una mayoría de 73 escaños en la Cámara, o el acuerdo con los socialistas, que ampliaría su base de gobierno hasta 94 votos sobre, 135. El Gobierno de frente nacionalista sería bien visto por amplios sectores de la militancia de ambas formaciones, perdo no tanto por los electorados respectivos, y tiene escasa viabilidad práctica. Por una, parte, ERC tiene una mala experiencia de coalición con Pujol, entre 1980 y 1984, de la que salió con enormes pérdidas electorales, por lo que sólo repetirla a cambio, de concesiones programáticas considerables. Pero su programa político, centrado en un nuevo estatuto de autonomía con el objetivo de la independencia; no casa con la moderación y el realismo que han garantizado la hegemonía de CiU. Con el PP disputándole la misma franja sociológica del electorado, Pujol sabe que un acercamiento al radicalismo podría cuestionar esa hegemonía.

Una fórmula de centro-izquierda con los socialistas de Joaquim Nadal evitaría ese riesgo, pero tiene el inconveniente de insistir en una política de alianzas a la que un sector del nacionalismo culpa de la pérdida de la mayoría absoluta. El hecho de que CiU haya aumentado el número total de votos indica, sin embargo, que el factor fundamental de esa pérdida ha sido la movilización del sector abstencionista del electorado de centro-derecha y la recuperación por el PP de una parte del voto de ese sector, prestado desde 1984 al nacionalismo moderado.

Menos probable parece de momento una alianza de centro-derecha con el PP, que rompería por la mitad a la opinión nacionalista y sería difícilmente explicable tras los ataques entre populares y nacionalistas, que han marcado el último período. Pero que no sea probable hoy no significa que no lo sea mañana, especialmente si Aznar vence sin mayoría absoluta en las generales. La aspiración del nacionalismo catalán de condicionar en la medida de lo posible la vida política española se canaliza mejor mediante alianzas con el partido gobernante que con la oposición, y ello al margen del signo político de las fuerzas que ocupen esas posiciones. De todas formas, lo más probable a corto plazo es que CiU intente salir del paso con acuerdos concretos para resolver los trámites imprescindibles, como la elección de la Mesa y de la presidencia del Parlament pero sin definir todavía el rumbo de su acción, a la espera de las elecciones generales de marzo.

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