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FÚTBOL DECIMOTERCERA JORNADA DE LIGA

Oli salva al Oviedo

Dubovsky, al 'estilo Panenka', y Luis Fernández fallaron dos de los tres penaltis señalados en los últimos minutos

Faltaban 12 minutos para terminar el partido cuando todo se jugó en una serie de sucesivos lances, a cual más trepidante. Ganaba el Racing (0-1) y Esteban Torre entraba en el partido, sustituyendo al hasta entonces goleador cántabro Popov, forzando un absurdo penalti de Jerkan. El racinguista Luis Fernández tuvo la puntilla al alcance de su pierna izquierda, pero desperdició la ocasión: Mora desvió su lanzamiento.En la jugada siguiente, Dubovsky entró en el área casi a la desesperada y se cayó aparatosamente en presencia de Txema. El árbitro señaló penalti, en medio de la indignación del Racing. El propio Dubovsky empató cuando faltaban ocho minutos para el final. La igualada fue como un buen par de banderillas negras para un Racing que había controlado el partido durante 80 minutos con solvencia y autoridad. El equipo cántabro se echó hacia adelante con más corazón que cabeza y Carlos tuvo opción de robar un balón y fabricar en la misma jugada el tercer penalti del partido -éste inapelable- y la expulsión de Pablo, el autor del derribo en el área cuándo Carlos se aprestaba a engatillar.

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Dubovsky cogió el balón bajo el brazo, lo puso sobre el punto blanco del área y se aprestó a cubrirse de gloria. Pretendió el eslovaco hacer el 2-1 al llamado estilo Panenka, adornando el lanzamiento de un penalti decisivo, a tres minutos del final, con una artística vaselina. Dubovsky pifió la ocurrencia y el balón murió en el regazo de un estupefacto y agradecido Ceballos.

Cuando todavía se desesperaba la parroquia local y respiraba incrédula la nutrida hinchada visitante, el Oviedo acercó a toda la concurrencia a la crisis coronaría. Las agujas del reloj estaban sobre el tiempo reglamentario del partido. Entonces, Iván Ania entró como una flecha por la banda izquierda, abrió una brecha en la entonces amurallada defensa racinguista y Oli, que había estado toda la tarde peleado con el gol, marcó todos los tiempos del remate de un gran ariete. Primero se abrió hacia fuera del área pequeña, golpeó luego con la zurda sin parar y cruzó el balón a la red.

Un estado de histeria colectiva se apoderó entonces del Carlos Tartiere. El público se había pasado más de una hora reprobando el supino desorden de su equipo ante un Racing casi impecable, pero en los últimos diez minutos de juego el fútbol con mayúsculas apareció de pronto, tan grande como es, con sus glorias y sus miserias

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