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El maleficio del Sector III

Cercanías no logra acabar un apeadero en Getafe después de más de tres años de obras

La estación de cercanías del Sector III, en Getafe (144.000 habitantes), parece conectar por línea directa con la fatalidad.Después de tres años de sucesivos retrasos en su construcción, el apeadero se abrió al público el pasado mayo pese a que las instalaciones aún se encontraban a medio hacer. Parecía que la pesadilla estaba próxima a su fin, pero no ha sido así. La desdicha se ha cebado ahora con la adjudicataria de las obras, Urrea García, que ha quebrado sin poder concluir la estación. Habrá que esperar todavía, por tanto, para desligar del Sector III este extraño maleficio.

Cercanías se ha apresurado a conceder el proyecto a una nueva sociedad, Gilsa. Terminar de acondicionar esta parada de una vez por todas se ha convertido para la compañía casi en una cuestión de orgullo. La nueva adjudicataria asegura que habrá finiquitado su trabajo la última semana del año. Uno de los más ilustres vecinos del Sector III" el gerente de Cercanías, Abelardo Carrillo, se lo agradecería profundamente. "A esta estación la ha visto un tuerto", confiesa Carrillo en privado.

Mientras tanto, el apeadero de nunca acabar presenta un aspecto casi fantasmagórico. El despacho de billetes se ventila en una caseta de obras; los pises de urgencia, en uno de esos "WC móvil" que quitan las ganas al más apurado. El aparcamiento disuasorio "en condiciones" está a medio acabar. Los accesos específicos para minusválidos, de los que tanto se presumió, se encuentran inutilizados. Faltan por colocar algunos azulejos en el paso bajo las vías, y otros ya se han desprendido. Media docena de hombres trabaja en las instalaciones para arreglar el desaguisado antes del 31-D.

Lejos queda ya de la memoria la primavera de 1992, cuando empezaba a apuntarse como "inminente" la apertura del apeadero. Más de 25.000 getafenses contaban con la condición de beneficiarios potenciales. Las pantallas interiores de los trenes repetían el mensaje "no efectúa parada en Sector III", subliminalmente optimista, como si lo normal fuera lo contrario. Todo parecía estar a punto cuando los acontecimientos se obstinaron en torcerse.

Primero se cayó en la cuenta de que los peatones necesitarían una pasarela sobre la carretera de Toledo (N-401), que, insólitamente, no figuraba en el proyecto. Por ello hubo que solicitar permisos y licencias para levantar un arco verde chillón al que más de un vecino no encuentra el sentido estético por ninguna parte. Más tarde el Ayuntamiento objetó que la estación precisaba un aparcamiento disuasorio en condiciones. Proyectos, expropiaciones, retrasos, retrasos y retrasos. El mensaje "no efectúa parada en Sector III" se desterró de las unidades. Provocaba indignación o, en el mejor de los casos, hilaridad.

Ante el cariz de los acontecimientos, la propia directora de Renfe, Mercè Sala, optó por desplazarse personalmente a Getafe para formalizar con el consistorio un convenio de colaboración relativo al apeadero. "Las obras estarán acabadas en un plazo máximo de seis meses", proclamaron al unísono Sala y el alcalde, Pedro Castro. Corría el mes de enero de 1994. Se equivocaron. Por mucho.

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Abril de 1995. El gafe continúa. Abelardo Carrillo y Mercè Sala viajan entre Madrid y Pinto (25.000 habitantes) para probar las flamantes nuevas unidades que cubren esa línea. "Por cierto, ¿qué hay de la estación del sector III?", preguntaron los periodistas aprovechando la ocasión. "Bueno... nos hemos encontrado con problemas geológicos inesperados", acierta a contestar el significado vecino de la barriada getafense. Sala asiste atónita a la escena y pide explicaciones en el viaje de vuelta a la capital. No acababa de creerse que lo de Getafe no fuera todavía un asunto zanjado.

La compañía confía ahora en que esta nueva tentativa sea la definitiva. Ni siquiera a la hora de fijar la apertura provisional del apeadero le acompañó la suerte: fue el 28 de mayo, día de las elecciones municipales, lo que deparó todo tipo de suspicacias.

Quizás estas Navidades Abelardo Carrillo pueda ir en tren a su trabajo sin encontrarse una hilera de obreros de la construcción en su camino. Será señal de que el maleficio del apeadero ha quedado definitivamente conjurado.

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