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Crítica:FESTIVAL POR LAS CATEDRALES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Kraus, aclamado como los dioses

No le hizo falta al tenor canario Alfredo Kraus (1927) emitir una sola nota musical para comprobar que el ambiente estaba fuertemente caldeado. En cuanto apareció por un lateral del escenario, la ovación fue atronadora, con profusión de bravos y exclamaciones de afecto. A María Callas le sucedía lo mismo cuando pisaba la escena para cantar La traviata. El peso de la historia personal, la admiración por una trayectoria artística, se sitúan en casos como estos en un primerísimo plano. No es cuestión de mitomanías o nostalgias. El fenómeno invita a la reflexión.Se incorporaba Kraus a una de las representaciones de Doña Francisquita, el mismo título con el que debutó escénicamente en Madrid en 1956. De nuevo, como hace unas semanas en Sevilla con un deslumbrante Werther, Kraus volvió a mostrar que no es solamente una leyenda del canto. Su actuación fue una lección de principio a fin: en la elegancia del fraseo, en la elección de los tiempos, en la colocación y acentos de las notas, en la pureza estilística. Kraus derrochó sabiduría para solventar dificultades y para dar lo mejor de sí mismo en su actual momento.

Doña Francisquita

con Alfredo Kraus, Y. Auyanet y M. Martín. Director escénico: José Tamayo. Director musical: Jorge Rubio. Teatro Nuevo Apolo. 14 de noviembre.

En la romanza Por el humo se sabe donde está el fuego, cautivó por su lirismo, por la fragilidad del si bemol final, por la exhibición de recursos. El griterío posterior fue extremecedor. No había forma de que la representación continuase.

El resto del reparto vocal palideció al lado de Kraus. No es Doña Francisquita un personaje idóneo para la sensible Yolanda Auyanet, ni tiene Milagros Martín la fuerza vocal que requiere Aurora,la Beltraneja. La orquesta, dirigida por Jorge Rubio, no levantó el vuelo en ningún momento. Y en cuanto a la propuesta escénica de José Tamayo, fue insustancial en los dos primeros actos, y llena de armonía e inventiva desde el coro de románticos hasta el final.

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