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Voces que llegan de allá

Una vez, hace bien poco, había un profesor de Biología, Rodolfo Iglesias Pertejo, a quien todos llamaban por sus siglas, RIP. Tenía la cabeza abarrotada de muertos y presagios. De tanto platicar con ellos, su salud mental y su prestigio profesional estaban a punto de miserere. Impartía docencia en un colegio de Chamartín, donde, más que Biología, enseñaba Necrología. Sus clases eran agónicas; sus disertaciones, mortecinas; sus calificaciones, macabras. En vez de bostezos, provocaba estertores en el alumnado. Cuando le recriminaban su necrofilia, respondía: "Los muertos mandan mucho. Si se quiere conseguir algo en este mundo, hay que aliarse con ellos todo el año, y no sólo el 2 de noviembre".Atraído fatalmente por lo fúnebre, se ofrecía de paño de lágrimas a cualquiera que se le acercaba. Pero todos huían de él como de un espectro. Más que paño, Rip era un sudario. Su novia, en cambio, tenía talante de castañuela. "Este tío", se dijo, "lo que necesita es la vida disipada y vacía de la noche madrileña". Pero Rip sentenciaba con desdén: "A mí me gustan los difuntos, pero abomino de los calaveras. La noche, querida, está muerta y es amenizada por interfectos". Paloma (que así se llamaba la novia) le invitó a salir de parranda por diversos locales nocturnos para convencerle de lo contrario.

Entraron a una taberna donde, por Radiolé, Conchita Márquez Piquer hacía dúos con el fantasma de su madre, la finada doña Concha. Tomaron luego café en un bar dotado de hilo musical. Paloma San Basilio cantaba con la momia de Nino Bravo.

Posteriormente, en un taxi, escucharon a ese mismo muerto compartiendo micrófono con SergioDalma, Lolita y Francisco. Más tarde, en una taberna, pusieron un disco de Nathalie Cole, interpretando un bolero con el cadáver de su padre, el llorado Nat King Cole. En ese mismo lugar, alguien les dijo que Los Beatles volvían a grabar, para lo cual no tenían inconveniente en sacar a John Lennon de la tumba. Suplieron, asimismo, que un tal Rocky Bolero anda tramando un álbum con Antonio Machín a las maracas.

Rip comentó con sarcasmo a su chica: "Como puedes ver, los muertos se ponen las botas en este fin de siglo. El necrodisco se apodera de la noche y de las emisoras. La gente baila arrullada por almas en pena". Paloma no salía de su asombro al comprobar el poderío de los aparecidos. Su mente estaba ofuscada e inquieta. En una discoteca cercana a Alonso Martínez, daba gritos la estantigua de Luis Mariano, a coro con El Consorcio. A continuación, dos temas del último disco de Los Sabandeños, en los que resucitan, respectivamente, Beny Moré y La Lupe.

A Paloma le entraron tantos celos de los muertos que allí mismo murió de envidia y entregó su alma a Dios. Rip tomó el óbito con naturalidad y sosiego. Pero una noche, el ánima de su amada se le apareció, y le dijo: "Cariño, esto es un chollo. Todos los muertos famosos andan alborotados tramando su relanzamiento en la tierra. Yo me he hecho empresaria discográfica. Ya tenemos a punto un álbum triple de Carlos Gardel con Plácido Domingo. Amor mío, necesito tu ayuda. Muérete de una vez".

Rip, que era muy obediente, se quedó seco y pasó a mejor vida sin objetar nada en contra. Ahora, la pareja está en la gloria. Su negocio va viento en popa. Tienen en cartera una infinita lista de artistas extintos que pueden ser un bombazo coaligados con algún vivo. Además, mantienen conversaciones con ingenieros de sonido para montaruna obra monstruosa, una especie de Frankenstein discográfico en el que habrá colaboraciones sensacionales, que los principales difuntos musicales: algo de Hendrix, un poco de Elvis, alaridos de Janis, jipíos de Camarón y cosas de ese calibre. Y nosotros, aquí, haciendo el lila. Pero no estamos muertos; estamos tomando cañas.

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