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Tribuna
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El entusiasmo

Que nadie se sorprenda si a partir de ahora se produce una epidemia de socialistas felices. Hay que asumir, incluso con simpatía, el espectáculo de miles y miles de socialistas cantando y bailando como Gene Kelly, también con paraguas, pero bajo la sequía. El primero en darse cuenta de que había llegado el tiempo del entusiasmo fue el candidato a lehendakari de Cataluña, señor Nadal, tras una visita a Felipe González. Nadal, que es un científico social, nada menos que historiador, les dijo a los periodistas que había encontrado al presidente del Gobierno "entusiasmado", y aunque el propio presidente quiso quitarle aura al asunto, no negó su euforia. ¿Motivos? La euforia es como la gracia santificante, te viene o no te viene, pero siempre es posible razonarla.Se ha dicho, malintencionadamente, que los especialistas en guerra psicológica del PSOE han dado la consigna de demostrar entusiasmo y de achicar a Aznar. Efectos a conseguir: A. Si están entusiasmados, algún motivo tendrán, y si tienen algún motivo es que han conseguido la fórmula del elixir multiusos, apto para crecepelo y creceentusiasmos; B. Si Aznar realmente es un bonsai de secano, pues vaya solución de recambio que nos presenta el PP. Guerra psicológica aparte, yo me atrevo a descubrir motivos objetivos para el entusiasmo. El presidente se ha codeado con estadistas universales, ha sido aceptado en las mejores mesas, y escuchado con complicidad por sus correligionarios en la razón de Estado. El Gobierno se ha mostrado hábilmente desdeñoso con el frenesí bisutero de Corcuera y entusiasmado con el samurai Barrionuevo, la joya, la auténtica joya de la corona. Perote, en posición de descanso; Santaella, lejos de La Moncloa; Mario Conde llora; el Ebro sigue pasando por Zaragoza y el río Mundo por Hellín. ¿Qué más se puede pedir?

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