Fútbol del este, fútbol del oeste
El tópico de que "el fútbol carece de lógica" tiene su confirmación empírica en Alemania. Y no sólo en fútbol. Al ganar el Mundial de Italia en 1990 y tal vez embriagado por la euforia de la reunificación, el entonces seleccionador Franz Beckenbauer osó pronosticar que en el futuro, con la incorporación de los futbolistas de la fallecida República Democrática Alemana, nadie quitaría la primacía al fútbol alemán. No ocurrió así, sino lo contrario. El fútbol alemán, de selección y de clubes, ha alcanzado el nivel más bajo desde la posguerra. Lo mismo ha ocurrido con los deportes olímpicos. Quienes se las prometían muy felices con la deglución de la otra Alemania y sumaban las medallas olímpicas de la RFA y la RDA se han llevado la sorpresa de que hoy consiguen menos que antes por separado. En deporte, dos más dos no suman cuatro. El fútbol demostró ser un producto capitalista, donde no tenían cabida las teorías del hombre nuevo y los incentivos morales. Se jugaba mejor donde se pagaba más. En el este de Alemania se jugaba un fútbol aceptable para andar por casa, pero nada más, y no se podía comparar con la capitalista Bundesliga. Al caer el muro y abrirse las fronteras, los mejores futbolistas del este ficharon por equipos del oeste. Carentes del apoyo del Estado, los equipos del este de Alemania se hundieron en la mediocridad. Hoy día sólo uno, el Hansa Rostock, representa a lo que era la RDA en la actual Bundesliga. Recién ascendido, el Rostock se ha convertido en el típico equipo revelación.Por desgracia, más que por sus hazañas sobre las praderas de la Bundesliga, el Rostock lleva camino de hacerse tristemente célebre por el gamberrismo de sus seguidores. Entre sus filas parecen haber encontrado refugio grupúsculos de cabezas rapadas, ultraderechistas y neonazis, que no vacilan en saludar brazo en alto o llevar camisetas con la imagen del mismísimo don Adolfo. En esto no se diferencian mucho de sus colegas que pululan por los campos españoles, pero en Alemania, por el pasado del país, esto provoca más escándalo. Hace un mes en Rostock los hinchas del equipo local y los del también recién ascendido Sankt Pauli de Hamburgo se enzarzaron en una batalla campal con connotaciones de enfrentamiento este-oeste y derecha contra izquierda. Una bengala obligó a suspender el partido y, cosa extraña, la Federación Alemana de Fútbol (DFB), que suele caracterizarse por sus duras sanciones, no obligó a repetirlo. Quizá la DFB no quiso echar más leña al fuego y provocar aún más a los belicosos hinchas del Rostock.
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