El Ateneo

"Sin ilustración pública no hay verdadera libertad", decían los fundadores del Ateneo de Madrid en el comienzo del reglamento de la sociedad. La palabra ilustración es muy propia de la época en que fue políticamente posible la creación de "la docta Casa": los primeros meses d el trienio liberal que siguió a la proclamación de Riego. Han pasado 175 años desde entonces y la palabra, de raíz dieciochesca, suena un tanto rancia; su significado, sin embargo, está vigente, más vigente que muchas palabras de cuño más tardío y tanto como la corporación que la tiene por divisa.El día 25 de este mes se celebrará el aniversario del Ateneo bajo la presidencia de uno de sus socios de número: el Rey. Máxima solemnidad, por tanto, para conmemorar la fundación de una institución venerable, que ha sobrevivido a todas las adversidades y que siempre ha mantenido lo que se llama el espíritu ateneista, que es tanto como decir, espíritu libre, convivencia de ideas, tolerancia y fe en la cultura.

Tuvo el Ateneo, en sus orígenes, una historia accidentada. Los fundadores de 1820, entre los que figuran Alcalá Galiano, Flores Calderón, el duque de. Frías, Castaños, Palafox y un centenar de personalidades de la época, fijaron la sede de la institución en la calle de Atocha. La reacción absolutista de 1823 obligó al Ateneo a cerrar sus puertas. Los muebles, los libros, los archivos fueron trasladados a casa de uno de los socios, don Pablo Cabrero. En 1835, muerto ya Fernando VII, la reina gobernadora autorizó la reapertura de la institución, con sede entonces en la casa de Abrantes, en la calle del Prado esquina San Agustín, y bajo la presidencia del duque de Rivas.

Posteriormente, tuvo otros domicilios hasta que, en 1884, se construyó en el número 21 de la calle del Prado la que continúa siendo su sede en nuestros días.

Cuando el Ateneo va camino de, cumplir dos siglos de vida, la sociedad española tiene el serio compromiso de coadyuvar a la pervivencia de la que ha sido y es una de nuestras primeras instituciones culturales.