_
_
_
_
GENERALES EN CAMPAÑA.

Alexandr Lébed, el más peligroso rival

El veterano general de Afganistán dice que si arrebata la presidencia a Yeltsin no habrá un ajuste de cuentas

Pilar Bonet

El general Alexandr Lébed, el rival más peligroso de Borís Yeltsin por la presidencia de Rusia, está dispuesto a "dar garantías a quien sea" de que, si llega al poder, no habrá ajustes de cuentas ni búsqueda de culpables por la crisis de su país, según declaró en una entrevista a esta corresponsal, que acompañó al carismático veterano de Afganistán y otros conflictos bélicos en una jornada de campaña electoral en la ciudad de Tula (a 200 kilómetros al sur de Moscú), vetusta cuna de las armas y de los samovares de Rusia."Estoy en contra de los caníbales que quieren destrozarlo todo. Hay que buscar posibilidades y no culpas", afirma Lébed, quien insiste con su vozarrón de trueno en que "hacer picadillo" del ex presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov o del actual presidente de Rusia, Borís Yeltsin no solucionaría los problemas. "Hay que dejar las emociones, hay que ser frío y calculador, y pensar, pensar", recomienda lapidariamente.

Más información
Traje de paisano, gestos cuarteleros

El general, de 45 años, una verdadera fuerza de la naturaleza por su corpulento físico y la rotundidad con que se expresa, exhorta al sentido común y la "reconciliación" nacional, inspirada, según afirma vagamente, en el modelo posfranquista español. En Rusia, señala, hay que empezar por "poner un orden elemental". "Como militar profesional con experiencia en conflictos, estoy categóricamente en contra de la guerra", afirma Lébed, que también está dispuesto a garantizar "la llegada al poder de un Gobierno de pensamiento nacional

El general, que sonríe poco, se rueda como político con viajes, mítines y lecturas. "Al arte de mandar, que es lo más característico de un general, hay que añadir hoy una suma de conocimientos de politología, de sociología, de economía", afirma. En época soviética, no pudo con El capital, de Karl Marx, pero hoy asegura dedicar dos horas al día a sus "variadas" lecturas de preparación. "Mi cabeza está construida de tal manera que primero tengo que echarle los materiales de distintas fuentes para hacer una vinagreta con ellos, y luego ordenarlos", ironiza.

Tula, donde Lébed mandó una división de paracaidistas, es la circunscripción por la que el oficial aspira a un escaño de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento) como candidato por el sistema mayoritario, además de ser el número dos en la lista estatal del Congreso de las Comunidades Rusas (CCR), que compite por sistema proporcional. El general corrige a quienes tratan de encasillarlo como de "izquierdas", aunque se declara dispuesto "a ir codo con codo con los comunistas, el Partido Agrario y los socialistas". De los "demócratas radicales" no quiere ni oír hablar.

Lenin inspira "mucho respeto" a Lébed por ser una de esas personas "capaces de proponerse una tarea y cumplirla hasta el final". El fundador del Estado soviéticos la Casa de los Romanov y la Iglesia ortodoxa rusa son parte de su propia historia y de su propia identidad rusa, "y no me avergüenzo de nada ni renuncio a nada", señala.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El general no se muerde la lengua al catalogar al jefe del Gobierno ruso, Víctor Chernomirdin, como "simplemente un sinvergüenza" que se "ha forrado a costa de nuestras lágrimas y penas", que ha construido las "oficinas más lujosas de Europa" para la empresa monopolista del gas ruso, Gasprom, y que es responsable del abismo creciente entre los privilegiados del "capitalismo de la nomenklatura" y los desposeídos. Estos recibieron su participación en la riqueza nacional en forma de un bono de privatización que no alcanzaba para comprar ni una "cochina plancha".

EI general Lébed, que el pasado verano dejó las Fuerzas Armadas y el mando del 14º Ejército en la Región del Transdniester (Moldavia), ha sintetizado sus ideas en su libro Za derzhavu obidno..., (Me duele el Estado), una reflexión sobre el fin del imperio soviético donde el Ejército es contemplado como víctima de los políticos "cobardes", que no dejaban por escrito las órdenes para que las Fuerzas Armadas les sacaran las castañas del fuego en Sumgait (Azerbaiyán) en 1988, en Tbilisi en 1989, en Bakú en 1990, y en el Transdniester en 1992. Cuando se producían víctimas, los políticos se escabullían, afirma Lébed, que fue enviado a todos estos escenarios, sangrientos.

"Al Ejército lo hunden sistemáticamente en la mierda desde l98i8", subraya Lébed, que en agosto de 1991 fue testigo de cómo Pável Grachov, el actual ministro de Defensa, con quien compartió la academia y la aventura afgana, "se prostituyó" jugando entre Yeltsin y los golpistas soviéticos. Lébed considera a los oficiales reclutados para disparar sobre la del Parlamento ruso el 4 de octubre de 1993 como "victimas" de una tragedia nacional. Lébed ha sufrido la desintegración de la URSS como un duro golpe. "Nadie protestó, nadie se echó al monte" cuando "tres tíos" (los presidentes de Bielorrusia, Ucrania y Rusia) "se emborracharon y disolvieron la URSS". Lébed parece menos inclinado que otros nacionalistas rusos a buscar enemigos externos y fija la mirada en sus propios compatriotas, "capaces de destruir y de lamentarlo al día siguiente".

El general exhorta a los rusos a unirse para una reconstrucción nacional. "¿Acaso no es tiempo de despertarnos y utilizar estas elecciones para decir bien claro que somos un solo pueblo, que somos el pueblo ruso, y que es imposible no tenemos, en cuenta?". No pretende reconstruir la URSS. "Han ocurrido procesos irreversibles", subraya, "no hay que unir a nadie, sólo hay que volver a ser fuerte, y cuando Rusia sea fuerte le aparecerán un montón de aliados". "Hay que dejar de esperar ayuda financiera del exterior y comenzar a vivir en nuestro país con nuestra inteligencia y nuestras leyes. La Duma, el Consejo de la Federación (la Cámara alta), el Tribunal Constitucional, nuestro cacaredo pluripartidismo, todo eso no funciona ni funcionará. Son un decorado democrático basado en una Constitución tarada hecha en dos semanas a la medida de una persona. Esta Constitución no nos defiende y este Estado es un enemigo que nos ha igualado a todos limpiándonos el bolsillo", señala Lébed, que es bastante escéptico sobre la posibilidad de que haya elecciones. Yeltsin, dice, teme responder por "la desintegración de la URSS, el cañoneo de la Casa Blanca, la guerra de Chechenia el caos salvaje de la privatización"

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_