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Juppé, elegido líder de los gaullistas pese a sus apuros políticos

Enric González

El movimiento gaullista proclamó ayer a Alain Juppé presidente de la Reagrupación pura la República (RPR) durante un acto multitudinario con el que se intentó reforzar la maltrecha figura del primer ministro francés. Ya oficialmente consagrado como sucesor de Jacques Chirac, fundador y presidente del RPR hasta las pasadas elecciones presidenciales, Juppé lanzó un mensaje a toda Francia: "Apelo al esfuerzo a todos mis compatriotas: la tarea es dura, pero no hay que flaquear", dijo el primer ministro, refiriéndose a las dificultades económicas.La fuerza del gaullismo se hace evidente en sus grandes encuentros. Ayer, en el recinto de Disneylandia, unas 20.000 personas se dieron cita para saludarse, para comer juntas, para vitorear a sus líderes y para aclamarse a sí mismas.

La elección de Juppé era cosa hecha. Como candidato único obtuvo 69.000 votos de los 85.000 que representaban en total los delegados. Otra cuestión era cuál habría de ser su función como presidente, ya que el RPR fue fundado en 1976 por Jacques Chirac con un único objetivo: llevar a un gaullista, preferiblemente él mismo, a la presidencia de la República. Chirac ya está en el Elíseo y, aunque forzosamente por encima del juego de partidos, se mantiene como líder indiscutible del RPR.

En cualquier caso, Juppé salió reforzado de la gran ceremonia gaullista. Ya no es sólo primer ministro. Es, además, jefe del principal partido de Francia. En el discurso con que cerró la jornada, Alain Juppé pidió a sus compañeros de movimiento que cerraran las divisiones de la campaña electoral (Édouard Balladur recibió una sonora pitada) y demandó sacrificios a los franceses. "No tenemos varita mágica. La tarea no es fácil" la vida nunca es f`ácil", dijo, antes de prometer que Francia estaría "al, lado de Alemania en 1999, en el pelotón de cabeza de la Europa unida".Crisis y retórica

El primer ministro echó mano de la retórica del general Charles de Gaulle para proclamar ante su auditorio y ante los franceses: "Os he comprendido. Y comprendo algunas de las críticas que me forinuláis". No mencionó su crisis de popularidad, ni sus problemas con la justicia a raíz de la vivienda privilegiada que se autoconcedió en 1990, pero admitió 6star atravesando "unos días difíciles".

Quiso, sin embargo, impulsar su discutido liderazgo: "Este es un nuevo comienzo, ahora hay que retomar la iniciativa" para afrontar "una tarea que es muy dura, pero ante la cual no debe mos flaquear". Juppé justificó los sacrificios exigidos (aumento de impuestos y tipos de interés elevados) por la herencia re cibida de "14 años de socialismo".

La ocasión permitía cualquier exceso oratorio y Juppé, aunque mucho menos dotado para el populismo que Jacques Chirac, hizo lo que pudo, por mostrarse como le aconsejaban sus asesores: caluroso, humilde y apasionado. Todo lo contrario del auténtico Juppé.

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