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El resurgir de la cooperación multilateral

El FMI y el Banco Mundial recuperan la confianza de sus miembros para impulsar acuerdos internacionales

Victoria Carvajal

El tranquilizador panorama de la economía mundial ayudó a que el debut de Jim Wolfensohn, el flamante y prometedor nuevo presidente del Banco Mundial, en la reunión anual de la institución que lidera y del Fondo Monetario Internacional (FMI) fuera un éxito. El crecimiento no inflacionista en los países industrializados, la mayor firmeza del dólar y la superación de la crisis de México gracias a un paquete de ayuda internacional han devuelto a algunos la fe en la cooperación multilateral. La necesidad de aumentar los recursos del Fondo y el Banco para evitar, de una parte, crisis como la de México y, de otra, conseguir la integración de las economías más pobres, centró por primera vez en muchos años la atención de la asamblea que celebraron ambas instituciones la semana pasada en Washington.El último informe del Fondo sobre las perspectivas económicas mundiales pinta un panorama bastante optimista: el mundo industrializado y gran parte de las economías emergentes y en desarrollo crecen sin inflación; la expansión se prolongará si se ahonda en la consolidación fiscal, y el parón de algunas de las economías más industrializadas -su previsión de crecimiento para este año baja del 3% al 2,5%-, resultante de las subidas de los tipos de interés aplicadas para prevenir la inflación, es bueno para evitar un recalentamiento. Un diagnóstico halagüeño que suscribieron días más tarde los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Siete países mas ricos del mundo. El G-7, además, renovo su compromiso de intervenir en defensa del dólar y de seguir corrigiendo sus desquilibrios fiscales, un mensaje que ha ayudado a la divisa estadounidense a apreciarse en los últimos días.

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Estas buenas perspectivas contrastan con la procupación existente hace sólo seis meses, en la reunión de primavera, cuando la caída del dólar hasta mínimos históricos con el marco y el yen estaba poniendo en peligro el creicimiento en Alemania y amenazaba con ahondar más la crisis en Japón; los temores inflacionistas en las economías industrializadas estaban presionando al alza los tipos de interés a largo plazo, y algunas de las monedas europeas más vulnerables, entre ellas la peseta, se habían depreciado arrastradas por la divisa estadounidense. Gracias a la apreciación en casi un 10% y un 20% del dólar frente al marco y el yen y a la mayor tranquilidad en los mercados -salvo el caso aislado y aparentemente resuelto del franco francés-, la reunión del G-7 no eclipsó, como suele hacerlo, las reuniones posteriores del FMI y el BM.

La crisis de liquidez de México, que tuvo un peligroso efecto contagio en muchos mercados emergentes, ha servido al director gerente del FMI, Michel Camdessus, para concienciar. a los países miembros que el Fondo tiene un papel que jugar como vigía del sistema monetario internacional. Aunque ensombrecido por el exitoso estreno de Wolfensohn, Camdessus ha sido felicitado por la contribución del Fondo a la resolución de la crisis mexicana. Un respaldo que llega después de que el FMI fuera duramente criticado por algunos países ricos . por su incapacidad de anticipar a tiempo dicha crisis.

Han sido precisamente estos últimos, agrupados en el llamado G-10 -que en realidad son once- (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Canadá, Bélgica, Holanda, Suecia y Suiza) los que han acordado duplicar, `hasta más de 50.000 millones de dólares, la línea de crédito de emergencia que ponen a disposición del FMI (Acuerdo General de Préstamos). Para ello han pedido el apoyo de otros países que, desde que se creó este sistema en 1962, han ido ganando peso en la economía mundial, como es el caso de España. La propuesta, que pretende así, aplazar la polémica emisión de derechos especiales de giro (la unidad de cuenta del Fondo) propuesta por Camdessus, sin embargo, no ha sido bien acogida por estos países. El ministro de Economía español, Pedro Solbes, dejó claro, que su participación está condicionada a que los nuevos países que `contribuyan gocen de la misma capacidad de decisión del G-10.

Más complicado lo tiene el nuevo presidente del Banco Mundial para conseguir reponer los fondos de la Agencia Intemacional del Desarrollo, su brazo inversor en los países más pobres.

En la actualidad hay cerca de 80 países en vías de desarrollo que se benefician de este tipo de créditos subvencionados. Una ayuda que, a excepción de una veintena (te ellos que acceden al mercado internacional de capitales, representa el único canal de financiación para mejorar su desarrollo y poder integrarse algún día en la economía mundial. Además, el Banco se ha comprometido con el Fondo, algo más renuente, a estudiar de cara a la reunión de abril, la posibilidad de condonar la deuda multilateral de muchas de estas economías, que asciende a unos 11.000 millones de dólares. Una propuesta que cuenta con el apoyo de EE UU y del Reino Unido.

Un alto cargo del FMI señalaba irónicamente que aunque no hay consenso sobre cómo financiar los programas incluso ya existentes, nadie se ha privado de pedir más financiación: a los llamamientos del Banco y del FMI se ha sumado el G-7, solicitando un nuevo crédito para Rusia, y hasta el presidente de Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali advirtió que la falta de dinero en la ONU desembocaría en un dramático recorte en las misiones de paz.

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