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CLICISMO: MUNDIAL CONTRARELOJ

Induráin suma otro récord

Éxito español en la contrarreloj, con medalla de oro para el navarro y plata para Abraham Olano

Carlos Arribas

ENVIADO ESPECIALNo hubo emoción. No hubo contradicción entre deseos y realidades. Uno de los acontecimientos más importantes en la historia del ciclismo pasó simplemente como un hecho cotidiano. A las siete de la mañana sale el sol. A las cinco y media de la tarde Miguel Induráin y Abraham Olano quedan primero y segundo en un Mundial. Por la noche sale la luna. Y así. Dicen que esto es el ciclismo moderno, uno en el que España forma parte de los que marcan la pauta, uno en el que apenas hay hueco para la sorpresa. La victoria como costumbre. Eso es lo que ha aportado Induráin; eso es lo que quiere aportar Olano.

Induráin es el primer español en ganar un Mundial. Otro récord más para el navarro. La compañía de Olano en el siguiente escalón del podio es otro récord, éste para el ciclismo español. Los dos títulos pueden ser puestos en cuestión por las ausencias de hombres fuertes, de ciclistas que en alguna ocasión les han puesto en aprietos. Pero el Mundial tuvo un proceso selectivo previo. La fecha tardía y la altitud han sido un escollo insuperable para los Rominger, Riis, Berzin y compañía, que han llegado agotados después de desperdigarse durante toda la temporada. Visto así, sólo disputaron el título los mejores del mundo. Y por encima de ellos, dos españoles.

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Un buen "test" para el récord

La ciencia de la contrarreloj, la disciplina en la que se forjan los campeones, es algo innato en Induráin y Olano. La diferencia entre ambos la marcan las fuerzas y la experiencia, pero ambos son capaces de convertir un recorrido terrorífico, en el que gente muy preparada -Fondriest, Breukink- se han asfixiado según pasaban los kilómetros, aumentaba la velocidad del viento y la carretera se empinaba más aún. La calle final, una pared de 500 metros, se convirtió. inopinadamente en el escenario de un concurso de contorsionistas. Breukink y Fondriest, que se vieron superados por el alemán Uwe Peschel, un aficionado que tomó el papel habitual de sorpresa, llegaron con la lengua fuera, labios resecos y echando babas por la boca. Como ellos, la mayoría. Induráin y Olano, todo lo contrario, derrochando por la boca sus últimos gramos de energía. Y, sin embargo, ambos pasaron momentos malos. No son máquinas, aunque enfundados en sus maillots y con casco espacial a veces lo parezcan. Maquinarias especiales para funcionar como pistones.

Induráin, el rey de la regulación, el metrónomo en el control del gasto de energía, vio a mitad del recorrido la figura de Fondriest, uno de los peligrosos, que había salido dos minutos antes. En uno de los repechos más fuertes, el navarro se olvidó de sí mismo y se cebó en su persecución, un error de los que nunca suele cometer el navarro, acostumbrado como está a doblar a corredores en el Tour, por ejemplo. Ese sobreesfuerzo, cercano al sofocón, Io pagó durante unos kilómetros. Otro cualquiera se habría hundido. Su carrera era estar cerca del límite -siguiendo los tiempos de referencia que marcó Fabio Parra en 1992, cuando el colombiano marcó 56.39, el récord hasta ayer del recorrido-, sin sobrepasar la línea, pero en un momento, la pisó. La situación era complicada: no había espacio para la recuperación y la altitud no perdona. Sin embargo, Induráin, el experto, supo manejar perfectamente los cambios, el plato de 54 y el de 46, los piñones y así encontrar en su interior los últimos rescoldos de fuerza, aquéllos que ya vació en la subida final, donde más necesarios eran.

Esfuerzo de Olano

Olano hizo un esfuerzo de casi una hora sin beber ningún líquido, como si luchara contra el récord de la hora. Antes de salir se permitió un pequeño truco psicológico: hizo el calentamiento con una bicicleta blanca, de formas tradicionales, y en la salida apareció con la negra especial, la de ruedas pequeñas y manillar recortado. Era, dijo, para sorprender a sus rivales y sentirse con una ventaja sobre ellos. Debió de funcionar la historia, sobre todo en sus momentos duros. Decían sus técnicos que el manillar pequeño de la bicicleta de ruedas pequeñas sólo lo utilizaría el guipuzcoano para impulsarse en la salida, que si se le veía ponerse de pie en algún repecho era porque las piernas no le funcionaban, que el oxígeno no llegaba bien a sus células. Y Olano se tuvo que poner de pie en algunos momentos. No cambié el plato de 55 cuando perdía ritmo, prefería impulsarse sobre los pedales. Más problemas de la altura.Induráin no sacó más de un minuto al segundo, algo inhabitual en el navarro. Pero nunca Olano había sido su segundo. Hasta ayer, cuatro de octubre en Colombia, jugándose el maillot arcoiris. El primer objetivo de la operación arcoiris está cumplido. El domingo llegará el segundo, el más importante.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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