El reto de ir a lo clásico
Juventudes Musicales apoya con becas y conciertos a una nueva generación de directores de orquesta e Intérpretes
Eleuterio Domínguez es de Puertollano y tiene 25 años. Después de ganar todos los concursos de piano que se le han cruzado en su camino (Melilla, Valladolid, Albacete, Granada, Expo 92, Ferrol, Polimúsica ... ), y de estudiar durante 4 años en Holanda, se ha instalado en Madrid tras ser becado durante dos años por Juventudes Musicales. Pedro Halffter, hijo del compositor Cristóbal Halffter, ha sido también becado tres años consecutivos por Juventudes Musicales. Estudió en Alemania desde los 14 a los 19 años. Dudó entre dedicarse a la economía o a la dirección de orquesta, pero la pasión por la música (toca desde muy joven el violonchelo en jóvenes orquestas alemanas) desequilibró la balanza. Rosa Torres-Pardo, musa de la última generación de pianistas españolas, estudió en Viena, Nueva York y Londres. Desde su debú en el Teatro Real en 1987, su carrera ha sido juiciosa y progresiva. Su último disco para Decca, con obras de Albéniz y Montsalvatge, dirigido por Víctor Pablo Pérez, ha obtenido un justo reconocimiento de crítica y público. Actúa en el ciclo extraordinario de conciertos de Juventudes Musicales con una obra de Bach. Los pensamientos que sobre las dificultades de situarse en el mundo de la música tienen todos ellos no son ni optimistas ni pesimistas. Son jóvenes y tienen fe en sus ideas y en sus progresos."Triunfar es muy difícil en cualquier profesión", dice Rosa Torres-Pardo, "pero si tienes constancia y vas paso a paso, adquieres seguridad y tablas. Lo fundamental es confiar en tu propio esfuerzo, no dejarte llevar por el éxito fácil, ser autoexigente e intentar la comunicación natural con el público".
Eleuterio Domínguez se dedica en sus ratos libres a la composición. En uno de los concursos que ganó, cuando tenía 18 años, tuvo como premio un piano Kawal: "Fue estupendo, porque me permitió progresar una barbaridad. En España, para los jóvenes de 16 a 25 años hay infinidad de concursos. Esto es positivo porque hace 20 años no había ninguno. El problema que viene es cuando te vas haciendo mayor. Quiero decir, que no puedes ir de joven si tienes 28 o 30 años. Lo odioso de los concursos es la tensión que hay que superar, pero hay que ser realista y reconocer que si ganas Se te abren algunas puertas. Lo que no podemos esperar es que aparezca un mecenas, te lleve a un castillo encantado y te solucione todos tus problernas".
Para Pedro Halffter, "el problema de los intérpretes jóvenes es la falta de oportunidades. Esto se agudiza aún más en los directores, porque es muy difícil que alguien ponga una orquesta, que cuesta cinco o seis millones por actuación en manos de un chaval menor de 30 años. En Alemania o Suiza las orquestas tienen un programa especial para directores jóvenes, pero son exclusivamente para alemanes o suizos. Lo mismo ocurre en el Reino Unido. Aquí, sin embargo, los programadores prefieren a veces hasta a un director ruso, si se tercia".
Pedro Halffter, considera decisiva la educación que recibió fuera de España. "La formación que obtuve en Alemania fue amplia y liberal, y contemplaba al mismo nivel lo musical que otras facetas del conocimiento. Hay una diferencia enorme entre Alemania y España en la consideración social de un músico. Aquí somos un elemento raro y casi marginal. Se necesita una infraestructura musical más estabilizada. Ahora está mejorando con las orquestas de provincias. Cuanto mayor sea el número de posibilidades, más redundará en la seguridad y oportunidades para los nuevos músicos".
Piensa Rosa Torres-Pardo que "es cierto que ahora hay muchísimos más conciertos, pero, sin embargo, se está produciendo un descenso del público que asiste a los recitales o a la música de cámara. Esto es muy preocupante. Quizá la brillantez de los grandes conciertos genere estas tendencias, pero tengo la sensación de que a veces se prefiere una Mirada más superficial o espectacular de la música que una mirada profunda e interior".
Eleuterio Domínguez añade: "Creo que se puede extraer una actitud receptiva ante todos los estímulos musicales. Se aprende tanto de un director de orquesta, de un violinista o de un pianista, incluso si tienen una mala tarde, como se aprende de un niño de siete años o de la gente de la calle. Lo que a los intérpretes se nos debe exigir es que seamos capaces de transmitir todo lo que disfrutamos con la música al público que viene a escucharnos".
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