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Tribuna:LA POLÍTICA MACROECONÓMICA ACTUAL / y 2
Tribuna
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Por una política fiscal contractiva

El autor aboga por el cambio de política macroeconómica y defiende la implantación de una política fiscal contractiva, que, a su juicio, reduciría los tipos de interés a largo plazo y el déficit corriente y apreciaría la peseta

Ante esta nueva situación de tipos de cambio más flexibles en el seno del Sistema Monetario Europeo (SME), ¿no sería mucho más conveniente modificar la mezcla actual de política macroeconómica y establecer una política fiscal más contractiva y una política monetaria menos restrictiva?Teóricamente, esta modificación podría tener efectos positivos en el crecimiento de la renta y, por tanto, en la incipiente recuperación económica. Las razones son las siguientes:

En un régimen de tipos de cambio cuasi flexibles como el actual, una política monetaria expansiva puede ser, teóricamente, mucho más eficaz para conseguir un crecimiento estable de la renta, ya que provoca tanto un aumento de la demanda interna vía mayor base monetaria como una reducción de los tipos de interés. El aumento de la demanda interna produce un empeoramiento de la balanza de pagos por cuenta corriente y los menores tipos de interés producen un empeoramiento de la cuenta de capital, ambos provocan un déficit de balanza de pagos que lleva a una depreciación del tipo de cambio que, a su vez, mejora la competitividad de la economía y que, al final, anula dicho déficit, con lo que el aumento de renta se consolida. Por el contrario, una política fiscal expansiva, como la actual, da lugar teóricamente a una mayor demanda interna y a unos tipos de interés más elevados, con lo que, por un lado, se produce un déficit en la balanza corriente y un superavit en la balanza de capital, dada la alta movilidad de los flujos de capital, y, por tanto, una apreciación del tipo de cambio que reduce, la competitividad y hace que las importaciones crezcan más rápido que las exportaciones y que se pierda buena parte del aumento de renta conseguido con la expansión fiscal.

Por otro lado, los elevados tipos de interés que provoca la política fiscal expansiva producen cada vez un mayor déficit público al aumentar la carga de intereses de la deuda, lo que a su vez aumenta también la deuda en circulación produciendo un ciclo fiscal expansivo que ejerce un efecto de expulsión de la inversión privada, y del que sólo se puede salir con una política, monetaria muy restrictiva (como ocurre ahora en nuestra economía), que afecta negativamente a la recuperación del consumo y de la inversión, cuando éstos son más necesarios. Al final, no se consigue el aumento de la renta deseado. Es decir, si en la situación actual, de mayor flexibilidad de los tipos de cambio, se cambiase el signo de ambas políticas macroeconómicasy se hiciera mucho más contractiva la política fiscal y menos restrictiva la política monetaria, sería posible, teóricamente, crecer con mayor rapidez y con menores desequilibrios. La política fiscal contractiva reduciría los tipos de interés a largo plazo y la política monetaria más acomodante reduciría los tipos de interés a corto plazo, se produciría un déficit de la balanza de capitales que podría más que compensar el menor déficit corriente derivado de la contracción fiscal y, por tanto, una ligera depreciación del tipo de cambio. Los menores, tipos de interés permitirían una recuperación de la inversión y del consumó que contrarrestaría el impacto negativo de la restricción fiscal, y la depreciación del tipo de cambió (dentro de las bandas actuales del 15%) resultaría en una recuperación de la exportación, mejorando tanto el crecimiento de la demanda interna como el de la demanda exterior, y, por tanto, el de la renta y el del empleo. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos factores muy importantes que no se han considerado hasta ahora.

En primer lugar, la economía española se encuentra inmersa en un proceso de convergencia para poder entrar en la tercera fase de la unión monetaria, en el que se tienen que cumplir a corto plazo una serie de requisitos de reducción de los niveles de déficit público; de los tipos de interés a largo plazo, de la inflación y, además, se tiene que evitar que la peseta se salga de la actual banda del 15% durante los dos años anteriores a dicha fase, que comenzará en 1999.

Con la alternativa de una mezcla de política monetaria ligeramente más expansiva y de política fiscal mucho más restrictiva se logra reducir el déficit fiscal, el porcentaje de deuda pública sobre PIB y los tipos de interés a largo plazo y, por tanto, cumplir con tres de los criterios de convergencia, pero a costa de una depreciación del tipo de cambio que puede llevar a que la peseta se salga de la banda e introduzca un riesgo de mayor inflación, en un momento en que la tasa de inflación actual tiene que reducirse dos puntos en los próximos dos años.

En segundo lugar, no se ha tenido en cuenta hasta ahora el lado de la oferta de la economía, es decir, el comportamiento de los factores que afectan a la producción, ya que el análisis se ha centrado solamente en el lado de la demanda. Sin embargo, hay que tener también en cuenta, por un lado, el impacto de los mayores costes de los bienes y servicios importados, producto de la depreciación del tipo de cambio sobre el nivel general de precios, ya que los empresarios tratarán, de trasladar dichos mayores los precios, y por otro costes a lado, la reacción de los salarios a dichos aumentos de precios, ya que los sindicatos intentarán compensar dichos aumentos deprecios en sus reivindicaciones salariales para no perder poder adquisitivo. Es decir, hay, que tener en cuenta el impacto de las políticas de demanda sobre la producción y, además, no sólo su efecto inmediato a corto plazo, sino su efecto definitivo a medio plazo.

Teniendo en cuenta ambos factores podría ocurrir que una política monetaria ligeramente más expansiva fuera mucho menos eficaz a largo plazo a la hora de conseguir un aumento de la renta real (es decir, descontada la inflación), ya que la respuesta, de los agentes económicos empresariales y sindicales podría ocasionar un aumento de los precios, y salarios en la misma proporción que el incremento inicial derivado del aumento de la oferta monetaria de la reducción de los tipos de interés y de la depreciación del tipo de cambio, con lo que la renta real a medio plazo no aumentaría. Por el contrario, podría ocurrir que una política fiscal expansiva fuera incluso más eficaz a la hora de aumentar la renta real ya que, a través de la apreciación del tipo de cambio que lleva consigo se reducirían los precios nacionales, lo que reduciría los costes empresariales al tiempo que aumentaría el salario real de los trabajadores mejorando el nivel de renta agregada. Ahora bien, esto se conseguiría a cambio de un mayor déficit público, una mayor deuda y no mayores tipos de interés, a largo plazo, lo que invalidaría también esta opción al no poder converger de acuerdo con los criterios de Maastricht.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta un tercer factor externo hasta ahora, no, contemplado en este análisis que resulta de las dos restricciones importantes que vienen impuestas desde fuera. En primer lugar, la restricción temporal que existe para poder cambiar de mezcla de política macroeconómica, dado el consenso existente para volver a un sistema de tipo de cambio fijo y avanzar en la unión monetaria. En segundo lugar, la restricción a la discrecionalidad de la política económica que imponen los mercados financieros, la libertad de movimientos de capital y la necesaria convergencia para cumplir los criterios de Maastricht..

Estas dos restricciones hacenque, por un lado, al hablar de una modificación de la mezcla de política macroeconómica sólo se pueda pensar en el corto plazo, ya que se supone que la situación de una cierta flexibilidad del tipo de cambio va a durar un máximo de tres años, y, por tanto, se trata exclusivamente de aprovechar a corto plazo dicha flexibilidad antes de perderla para siempre al fijar los tipos de cambio, irrevocablemente, a partir de enero de 1999, y años más tarde, al crear la moneda única.

Por otro lado, dados los elevados niveles de déficit público y deuda pública existentes, la política fiscal contractiva no es una opcón discrecional, sino que es obligada, no sólo por el necesario cumplimiento de los criterios de convergencia, sino porque, si no se hace urgentemente un ajuste presupuestario, los mercados financieros van a aumentar aún más la prima de riesgo de nuestra economía y los tipos de interés a largo plazo, y van a provocar una nueva devaluación de la peseta, a pesar de la política monetaria contractiva actual del Banco de España, con lo que la economía española estaría en la peor de las mezclas posibles: la política fiscal expansiva no lograría un superavit por cuenta de capital que compensase el déficit corriente y la política monetaria contractiva no lograría reducir el crecimiento de los precios.

Por tanto, lo más importante en la situación actual es que la mezcla de políticas fiscal y monetaria sea creíble por, los agentes económicos y financieros ya que, de no serlo, no tendrá los efectos deseados. Por tanto, en estos momentos, el cambio de política macroeconómica es obligado ya que la mezcla actual no es creíble por los mercados, como se ha demos trado recientemente con la última devaluación forzada de la peseta, a pesar de tener una banda del 15% para fluctuar.

En definitiva, teniendo en cuenta la reacción de los agentes económicos y de los mercados financieros, parece muy conveniente dicha alternativa, puesto que además podría llegar a tener todas las ventajas señaladas anteriormente y ninguno de sus inconvenientes. Una política fiscal contractiva no sólo reduciría los tipos de interés a largo plazo y el déficit corriente, sino que, probablemente, apreciaría la peseta en lugar de depreciarla, ya que aumentarían las entradas de capitales al tener más confianza los inversores internacionales en el proceso de convergencia de la economía española y en la proba bilidad de pasar a la tercera fase de la unión monetaria. La contracción fiscal daría además un mayor margen al Banco de España para reducir los tipos de interés a corto plazo una vez que la reducción del déficit público produjese una reducción de los diferenciales de tipos de interés a largo plazo con el marco, lo que me joraría la demanda de inversión y de consumo sin producir un déficit de balanza de pagos y una depreciación de la peseta, ya que de un lado la contracción fiscal mejoraría la balanza corriente, y de otro, las entradas de capital, derivadas de la mayor credibilidad en el ajuste fiscal, mejorarían la balanza de capitales, con lo que no habría depreciación de la peseta y tampoco un efecto posterior ne gativo sobre los precios.

Es decir, aunque la contracción fiscal tendría un impacto negativo sobre la demanda interna y sobre la renta, la reducción de los tipos a largo plazo y del déficit por cuenta corriente compensaría el impacto negativo inicial sobre la demanda interna y además, darían al Banco de España un mayor margen para bajar los tipos a corto plazo, una vez que éste observase que la contracción presupuestaria se culminaba, con lo que se operaría un mayor crecimiento de la renta, ya que los tipos a corto son los que afectan en mayor medida a la demanda de inversión y de consumo.,

En resumen, un rápido cambio de la mezcla actual de política macroeconómica a corto plazo no sólo sería necesario, sino, además, conveniente para conseguir un crecimiento estable y cumplir con los criterios de convergencia.

Guillermo de la Dehesa es presidente del Consejo de Cámaras de Comercio.

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