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FÚTBOL: PRIMERA DIVISIÓN

Tambores de guerra en Chamartín

El público arremetió contra el juego del Madrid, que terminó desestabilizado.

Santiago Segurola

La histeria se ha apoderado del Madrid en la tercera jornada de Liga. La derrota frente al Oviedo tiene menos valor que las condiciones que soporta el equipo, tiroteado por su afición de una manera brutal, con un ensañamiento que hará imposible cualquier progreso en la Liga. El entrenador y los jugadores se sintieron ayer lapidados por la gente, que se encontró con las consecuencias normales en estos casos. El Madrid, que jugaba regular, terminó sin juego, de rodillas, con el único amparo de la voluntad de los futbolistas. Pero los síntomas de la fractura son gravísimos. Si el Madrid tiene alguna posibilidad en esta Liga será por un ejercicio heroico de supervivencia del equipo frente a la hostilidad de su hinchada inclemente.Desde el principio hubo tambores de guerra en Chamartín, donde la gente vive con la úlcera abierta. El perfil medio del aficionado madridista es el de un tipo que vive en estado de ansiedad, impaciente, con tendencia al cabreo. Es un público que anima poco y disfruta menos. Acude al fútbol para pasar un mal rato y disculpa su mal carácter diciendo "yo he visto a Di Stéfano".

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Con ese salvoconducto se sienten justificados para señalar que hubo un tiempo en el que fueron felices. De aquello, hace 35 años. En las últimas temporadas, Chamartín es un lugar inhóspito para su equipo, que se obliga a jugar en un estado de máxima tensión, contra sus rivales y contra el dedo de la afición que no pasa una. Algunos dirán que esa actitud es el producto de un criterio selectivo, de largos años de sabiduría futbolística que se trata de la decisión del pueblo soberano, pero la impresión es que en el principio de todo está la mala uva.

El clima del partido fue de guerra civil entre el Madrid y su gente, que disparó con todo contra su equipo en la tercera jornada de Liga, apenas dos meses después de conseguir el título de Liga. El pebliscito fue particularmente duro contra Fernando Redondo, condenado definitivamente a una vida de perros en el Madrid. Con la enemiga del público, sometido a un escrutinio implacable, Redondo tiene casi destruida su carrera en el equipo. Resulta heroico jugar contra el fragor de la hinchada. Jugar bien en esas condiciones es más que heroico. Es imposible.

Un grave error de Redondo provocó el primer gol del Oviedo y disparó las hostilidades contra el medio centro madridista. El ambiente se hizo irrespirable para el jugador y para el equipo. El ataque de dignidad del jugador empeoró las cosas. Redondo se ofuscó, engallado como estaba por su fallo. El público le silbó, le abucheó y finalmente le tiró a la leonera. La gente dejó a su equipo con un jugador menos y luego continuó su bronca contra todos los demás, de la forma oportunista que caracteriza al Bernabéu. Rincón vino a centrar los terminos de la cuestión. Un minuto antes de regalar el pase de gol a Zamorano, escuchó silbidos e insultos de toda clase por una pelota que perdió. Luego fue héroe por un rato. La clá coreaba sus jugadas y todo era estupendo para Rincón y para el equipo. Pero llegó el empate de Oli y aquello se, acabó: el público cogió por los pelos a Redondo y a todo el que se ponía a tiro.

La situación se hizo irrecuperable para el Madrid. Preso de la angustia y de la irritación del público, el partido quedó libre para el Oviedo. El tercer gol del Oviedo fue la consecuencia del estado de cosas que se vivía en el campo y en las gradas. La fractura entre el equipo y la hinchada se hizo tan abierta como incomprensible. En la tercera jornada del campeonato, el Madrid está en el paredón, indefenso, sometido a un clima de, histeria. que condicionará irremediablemente el juego del equipo durante la temporada.

Todo lo que se vio durante el partido fue un ejercicio de voluntad y nervios, incluso cuando abandonaron el campo Rédondo, Luis Enrique y Amavisca. La gente celebró los cambios y animó a su equipo durante dos minutos. Dos. Luego regresó la desesperación en la grada el equipo estaba herido de muerte. Le mataron dos disparos. Uno fue su juego. Otro fue el desprecio de su público.

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