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La pasión se desbordó en la final del 'Juego'

Un alavés, funcionario de Hacienda, gana los codiciados diez millones de pesetas

A las tres de la madrugada terminaba la pesadilla. El juego más dificil del verano que organiza El País Semanal ya tenía un nuevo ganador. Iñigo Guillema Sáenz, de 35 años, funcionario de Hacienda de Vitoria, conseguía el pasado sábado, y después de una accidentada final, los10 millones de pesetas en viajes. Esta vez, la finalísima de la IV edición del rompecabezas inventado por Agustín Fonseca se celebraba en Madrid. La cita era a las 10 de la mañana en el zoo de la Casa de Campo. A esa hora, los 100 finalistas y sus dos ayudantes se adentraban por los caminos y vericuetos del recinto mapa en ristre. Estas 300 personas dejaban atrás cientos de llamadas telefónicas, decenas de consultas y largas jornadas de trabajo.Disponían de ocho horas para resolver 48 enigmas. Para adivinar cuántos párpados tiene el buho, cuántos días hace que se inauguró el Delfinario de Madrid o cuantas onzas pesa la onza española. Toda una batería de trabalenguas, de preguntas misteriosas. Un auténtico reto para el talento de unos locos que rondan los treinta y pocos años y donde no faltan publicitarios, médicos, militares, jueces, estudiantes o profesores.

Para alcanzar la máxima puntuación estaba permitido casi todo. Desde recurrir a servicios de intelligentsia compuestos por amigos, padres o demás familia, a los gobiernos de coalición entre equipos, sin olvidar las facilidades que reporta la tecnología punta. Ordenadores con modem, teléfonos móviles, enciclopedias, radiotransmisores... eran, por ejemplo, parte del arsenal del único grupo que participaba de Santa Cruz de Tenerife. Los empleados del zoológico se convirtieron en otra excelente fuente de información. A Jaime, cuidador del panda Chu Lin, una turbamulta de concursantes le acorralaron contra un árbol: "Por favor, por favor, ¿sabe cuál es el nombre común del osito lavado?". Ring, ring, ring. Suena un móvil colgado del cinturón. Al otro lado de la línea, alguien informa que el apellido del pino que procede de la ciudad Siria de Alepo es Carrasco. Los animales, mientras tanto, parecen ajenos a todo lo que se cuece.

Jugadores fieles

Muchos concursantes han participado en las cuatro ediciones. Begoña, una filóloga de Salamanca, es una de ellos. "Este año el Juego me parece menos ingenioso y más aburrido, pero aquí estoy", dice. Miguel Sacido, informático de 39 años que vive en Segovia, es también veterano: "Estoy tranquilo, aunque el Juego se ha convertido en una obsesión". Y como él opinan muchos otros participantes: "Es como una droga. Somos unos ludópatas".La tarde avanza, el calor es más agobiante y las carreras menudean. Nadie se da por vencido, "¿Abandonar? Nunca", dice Luis, de Madrid. "Agustín Fonseca nos martiriza todos los veranos, pero vamos a seguir al pie del cañón" explica Blanca, veterinaria. Todos muestran una determinación sin límites. "Los que luchamos en solitario y a pecho descubierto tenemos pocas posibilidades frente a tantos profesionales, pero aun así lo intentamos año tras año" se queja un jugador.

A las seis en punto, el capitán del equipo entrega las soluciones a la organización del Juego. Este año, el fin de fiesta es en la sala madrileña Scala Meliá Castilla. Cena, cava, espectáculo y nervios. La hora de la verdad se acerca. Goyo González, el maestro de ceremonias, anuncia el nombre de los cinco finalistas. Se oyen los primeros murmullos. Un grupo de concursantes enfurecidos no encaja deportivamente la derrota e intenta boicotear el acto. "¡Tongo, tongo!", vociferan. Los cinco afortunados, hacían verdaderos esfuerzos para concentrarse en las preguntas y adivinanzas. Por fin Íñigo Guillerna se alzaba con el premio. "El primer país que voy a visitar es Israel. Nunca pensamos en tirar la toalla, porque estábamos muy preparados, y eso que las condiciones de la final no han sido las más favorables. La gente se lo toma demasiado en serio y no hay que olvidar que esto es un juego", sentencia.

La alegría de los ganadores es un trago amargo para los perdedores. Sin embargo, el año que viene todos lo volverán a intentar. A la quinta va la vencida. ¿Por qué no?

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