_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La Liga

Los partidos políticos se quedan sin militantes, los sindicatos pierden afiliados pero los clubes de fútbol ganan un 15% de socios este año. La política, la partitocracia, el sindicalismo activo se han condensado en los estadios. Las manifestaciones no llenan las avenidas, sino las gradas y sus aledaños. Los choques entre facciones no evocan la lucha de clases, sino la clasificación. Su objetivo no tiene que ver con ganar el poder, basta con ganar el juego. La ambición no es remover el sistema, sino sacudir el tedio. La esperanza ha pasado del futuro histórico al futuro del marcador.

En cada encuentro deportivo, a mediados de los noventa, se aglomeran los subproductos de las ideologías podridas. En cada colectivo de ultra sur se agitan los residuos de las revoluciones fracasadas de la derecha o de la izquierda y sus banderas se recosen con los colores del club. Las tribus urbanas son un correlato de esta escombrera ideológica al concluir el siglo. Los skin-heads son llamados neonazis, pero sólo guardan del nacionalsocialismo sus harapos Los punkis se autodenominan anarquistas, comunistas, anticristos, y son enemigos de aquéllos, pero cuanto enarbolan son espasmos sin articulación: clavos, drogas, músicas, camisetas. Lo que les enfrenta no es una ideología, sino una patología. Hay violencia en el fútbol, hay violencia en las calles. Violencias improductivas que reproducen su improductividad. Desde los seguidores del Celta hasta los hinchas del Sevilla se han movilizado en estas vísperas con la épica formal de las altas conquistas. Al fin su proeza es proporcional a la banalidad de su trofeo. Pero eso es casi todo a estas alturas. No parece existir nada por lo que combatir que no acabe derrotando la dignidad de la pelea. Y la pelea se excita en los fondos urbanos, en los fondos sur, en los fondos sin fondo, enloqueciendo a la caza de sentido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_