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AL CAER LA TARDE: CINE AL AIRE LIBRE

Gilda y Gary Cooper, en la terraza

Películas del Oeste y un ciclo de grandes estrellas se dan cita en la sala de verano de la Filmoteca

Rita Hayworth se desprende sinuosamente de su guante; María Félix atormenta a un jovencísimo Fernando Rey y Jack Lemnmon se dedica a montar líos vestido de mujer. Todo eso ocurre al aire libre, en una terraza muy cinematográfica: la sala de verano de la Filmoteca Española, abierta hasta el 17 de septiembre. En ella los aficionados al séptimo arte pueden contemplar sus películas preferidas a la fresca mientras toman, si quieren, una cerveza o un pincho.A las 21.30, cuando la sala abre sus puertas, los espectadores comienzan a tomar posiciones. Algunos se acercan a la pequeña barra del bar en busca de avituallamiento. Un hombre ya sesentón llega con un libro y un primoroso envoltorio. Pide una caña, se sienta y abre el paquetito, del que saca un bocadillo elaborado en casa. Hay también quien sólo desea ver la película, sin comer ni beber nada.

Pilar y Álvaro, treintañeros y vecinos de Lavapiés, son unos habituales de la Filmoteca. "Venimos mucho porque nos gusta la programación, es un lugar muy agradable y sale barato", explican mientras se acomodan en una de las mesas.

Peter, británico de 28 años, no había acudido nunca a la pantalla de verano. "Conozco bien la sala, y me gusta porque puedes escuchar las películas en versión original. Hoy he venido a la terraza porque me parecía bonito eso de ver la cinta al aire libre sin mucho ruido y tomando un refresco", asegura.

A las 22.30 comienza la sesión. En este caso, dedicada a dos grandes estrellas: María Félix y Fernando Rey. Una pareja se queda estupefacta cuando comienzan a aparecer los títulos de crédito. Ellos querían ver Forty Guns, una obra del Oeste de Sam Fuller, y, sin darse cuenta, han entrado en la proyección de Mare Nostrum, un drama amoroso situado en Italia durante la Segunda Guerra Mundial.

La programación de los próximos días, hasta finales de este mes, incluye películas cómo La burla del diablo (1953), de John Huston; Un lugar en el sol (1951), de George Stevens; Paris, bajos fondos (1951), de Jacques Becker, o o Bravo (1959), de Howard Hawks.

En septiembre continúa el ciclo de grandes estrellas y comienza otro dedicado a películas dirigidas por Fernando Fernán Gómez. Entre otras, se proyectarán La ley de la calle (1983), de Francis Ford Coppola; Easy Rider (1969), de Dennis Hopper; El apartamento (1960), de Billy Wilder, y La vida alrededor (1959), de Fernando Fernán-Gómez.

La sala, con un centenar de localidades, tiene el relajo propio de las pantallas al aire libre. Pero es menos ruidosa que otros cines de verano organizados en plazas y parques. No existe ese rumor de pipas y niños correteando presente en otros recintos. Al fin y al cabo la Filmoteca es un nido de cinéfilos, aunque cada vez es mayor la presencia de estudiantes por el interés de las proyecciones y por lo económico de los precios: 225 pesetas por sesión o 1.700 el abono de diez sesiones.

Este verano la sala, y toda la Filmo, se ha dedicado a dos ciclos: uno dedicado al western en el tiempo de John Ford y otro a las grandes estrellas del celuloide. Pero este programa, según los responsables del cine, no ha tenido tanto arrastre como el del verano anterior.

Hace un año el ciclo Si aún no la has visto..., con el pase de películas realizadas desde finales de los ochenta hasta principios de los noventa, provocó llenazos casi diarios. Esta sala de verano está dedicada al cineasta Luis García Berlanga, presidente de la Filmoteca desde 1977 hasta 1983 y uno de los principales impulsores de que esta institución tuviera una sede fija tras un periplo por seis locales.

Las proyecciones a cielo abierto en esta antigua terraza del edificio rodeada de muros comenzaron en julio de 1989 con la película Novio a la vista, de Berlanga. Ese verano sólo se pudieron ver cintas en 16 milímetros. Sin embargo, ahora la sala estival dispone de dos proyectores de 35 milímetros y uno de 16. Las sesiones duran de julio a septiembre.

La actual sede de la Filmoteca, uno de los pocos edificios modernistas de la ciudad, albergó de 1923 a 1963 el antiguo Salón Doré, conocido como palacio de las pipas. Durante años esta clásica sala permaneció cerrada y abandonada a su suerte, hasta que, en 1982, el Ayuntamiento de Madrid la compró por 40 millones de pesetas y la cedió por cincuenta años al Ministerio de Cultura. Las pipas han desaparecido. Pero sigue el cine.

Sala de verano de la Filmoteca Española. Hasta el 17 de septiembre, de martes a domingos, a las 22.30. Precio: 225 pesetas y 1.700 el abono de 10 sesiones. Taquilla abierta de 17.30 a 22.45. Santa Isabel, 3. Metro Antón Martín.

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