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Monarquías de pueblo

Las reinas de las fiestas empiezan a ser democráticas mientras los varones alcanzan sus primeros 'mandatos'

"Te vuelves loca de alegría" "te deja recuerdo para toda la vida", dicen las que han pasado por ello. Las reinas de las fiestas, casi todas adolescentes, menores de 18 años, son exactamente eso: ¡las reinas! Coronadas delante de todos sus convecinos, lucen vestidos de ensueño, recorren el pueblo subidas en carrozas, no pagan en ninguna taquilla, y saludan en persona a los artistas. Durante unos días son el centro de atención, sus vestidos y peinados son comentados a la hora de la siesta, y a veces han de pedir permiso para bajar del olimpo e ir a divertirse con sus peñas.Las soberanas de hoy día no son las hijas de los próceres del pueblo, como antaño. Ahora resultan elegidas democráticamente por su belleza y en segundo término por su simpatía. La mayoría son activas integrantes de alguna peña. Su corte son los miembros de la corporación, para los que la monarquía local es, al menos en los pueblos pequeños, un asunto muy serio.

Sus obligaciones son presidir actos religiosos, espectáculos taurinos y entregas de trofeos. Sólo hay dos diferencias con una reina de cuento: al cabo de un año tienen que abdicar en una desconocida y no gozan de la compañía de un rey. No obstante, algunos munícipes, temerosos de que se les tilde de machistas, han empezado a promover la elección de monarcas masculinos.

La elección de las reinas y el rey de las fiestas de Manzanares El Real (2.751 habitantes) no es cosa de broma. Mientras las 25 aspirantes femeninas y los nueve masculinos muestran su palmito en el salón de plenos del Ayuntamiento ante el jurado, 13 representantes de las peñas de ambos sexos y distintas edades, el pueblo espera impaciente en la plaza, dividido en facciones que corean los nombres de sus favoritos. Así ocurría el pasado 2 de agosto. La edil de Cultura, Milagros González, presidía el jurado convencida de que los reyes "representan a Manzanares, porque son los vecinos los que les han dado su confianza".

Ellos no se habían vestido para la ocasión; aun así, las juradas les lanzaban algún que otro silbido. La cosa estaba muy clara. El rey, Alejandro de Juan, un mozo de 17 años con ojos color almendra, pelo largo y labios sensuales, sacó 20 puntos de diferencia al más votado de sus rivales. Es veraneante y, se presentó coaccionado por sus amigos de la peña, que consideran un honor tener al soberano en sus filas. Entre ellas hubo división. La mitad se maquilló y se calzó estrechos y escotados vestidos, la otra mitad desfiló con el uniforme de la peña: camisetas y vaqueros. Los miembros del jurado puntuaron del 1 al 10 a todas las aspirantes y al sumar las calificaciones se dio el nombre de la ganadora, Mónica Regueiras, vestida con traje largo.

De los siete pueblos que visitó EL PAÍS para elaborar este reportaje, en Manzanares el Real, Soto del Real (3.245 habitantes) y Perales de Tajuña (2.056 vecinos), las peñas eligen a sus monarcas. En Alcalá de Henares (166.000 vecinos), uno de los pocos municipios de más de 50.000 habitantes que conserva esta tradición, hay ocho damas, seleccionadas por sus respectivas casas regionales. En Pelayos de la Presa (1.113 habitantes) deciden dos socias de la agrupación de mujeres y dos hombres escogidos entre el público.

En El Escorial (8.709 vecinos), las tres presidentas -el nombre es diferente pero las funciones son las mismas- son designadas por los miembros de la comisión que organiza las fiestas, 27 hombres que ya no cumplen los 20 años. Nadie se presenta, ellos deciden y después se lo comunican a las elegidas. Igual que en Perales, donde se enteran de su nombramiento cuando el alcalde lo proclama en el baile, que se celebra un mes antes de las fiestas. "Es imposible decir que no, sería un desprecio para el pueblo", explica Ana García, la reina de este año.

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En un solo municipio, Colmenarejo (2.909 habitantes), la soberana era la hija de alguien conocido en el pueblo: Noemí Sánchez, de 16 años, cuya madre es la enérgica presidenta de la banda de música del municipio. Las demás presentaron como únicos méritos sus cuerpos cimbreantes. Ni siquiera es fundamental que sean autóctonas.

En Pelayos, que quintuplica su población en verano, se elige también a Miss Turismo. La de este año se llama Rosalía Escuder, tiene 19 años y estudia Derecho. Sus padres no son del pueblo. En Manzanares, una de las damas de honor, Raluca Petre, de 16 años, afirma en un castellano perfecto que en Rumania, su país de origen, del que se fue fueron coronadas delante de una hace tres meses, los "concursos de belleza son más difíciles porque te obligan a hablar para comprobar si eres inteligente y te hacen una prueba de baile".

Sólo en Manzanares, Alcalá de Henares -donde es casi una charlotada- y en Soto del Real hay rey. La edil de festejos de Soto, encarna Ribero, no estaba dispuesta a que "se exhibiesen sólo las féminas". Muy diferente es la actitud de José Olmedo, edil de Pelayos, que se pone muy tenso cuando se le pregunta por qué no se vota también a un rey. Luego, más relajado, espeta socarrón: "En cuanto me lo pidan las peñas, instauro la elección del mister".

Cuando se le pregunta si cree que es una costumbre machista responde: "A ellas no se lo parece". Se equivoca. A Rosalía Escuder, la miss -y no es la única-, todo esto le parece un poco sexista, pero dice: "Quería saber qué se siente cuando eres la más guapa y todo el mundo te mira". María de Luján (18 años) y sus dos compañeras de cargofueron coronadas delante de una multitud que esperaba el momento concentrada en la plaza de la Constitución de El Escorial. Vestidas con trajes de noche y luciendo complicados recogidos adornados con pedrería, recibieron las bandas con la bandera de España que acreditan su posición de manos de sus antecesoras, y los amos de flores, que casi las ocultaban, de manos y labios -léase besos de felicitación- del presidente de la comisión y del pregonero, el periodista Alfonso Ussía.

Después de sonar las 12 campanadas, las tres presidentas y sus acompañantes inauguraron el baile, rodeadas por un corro de ojos admirativos. Era sólo el principio; en los días siguientes acudirían a los toros en una calesa tirada por seis caballos enjaezados y el día de la becerrada, cuando a la calabaza se le partió un eje, hicieron el paseíllo en un flamante descapotable rojo. María, que el año que viene irá a la universidad, confiesa sin empacho: "Era la ilusión de mi vida. Mi madre dice que nací pidiéndolo".

Las 'reinas' de hoy día no son las hijas de los próceres del pueblo, como antaño

"Antes íbamos mucho más sencillitas"

Son las nueve de la noche y todo Perales de Tajuña espera en los alrededores del castillo a que lleguen las autoridades para sacar a su patrona en procesión. Pocos minutos después se divisa a la banda. Tras los músicos, las tres peinetas cubiertas con mantillas blancas que lucen la reina de las fiestas, Ana García, de 18 años, y sus damas de honor, conjuntándolas con preciosos trajes largos de un blanco inmaculado. Las reinas infantiles van detrás, vistiendo sus trajes de comunión.Las seis se mantienen muy en su papel, caminan erguidas, apenas hablan y sólo se mueven para colocarse la mantilla o abanicarse. Al párroco, Pascual Moya, le parece "de perlas" que las reinas presidan la procesión: "Es una estampa hermosa", sostiene. "La mantilla es imprescindible porque es una señal de respeto y una costumbre española que hay que mantener", matiza el sacerdote. Ser reina resulta caro. En Pelayos de la Presa y en Perales de Tajuña, los Ayunta mientos subvencionan los gastos de representación con cantidades que van de las 25.000 a las 50.000 pesetas. Los padres de Ana García -él es funcionario de un ministerio y ella ama de casa- han gastado más de 100.000 pesetas en el ajuar monárquico de la chica. "Dos mantillas, una blanca y una negra; el vestido de la procesión y el de la pólvora, que afortunadamente se los ha hecho mi hermano; un traje campero; dos cortos para los toros y otro de seda salvaje para la coronación",

enumera su madre, Pilar Monzón. Ella también fue reina en su juventud, a finales de los sesenta, y piensa que "es un recuerdo muy dulce que te queda para toda la vida". "Eso sí, entonces los padres no tenían tantos medios e íbamos mucho más sencillitas".

Lo que más le ha gustado a Ana -que quiere utilizar su 7,5 de media de selectividad para ser ingeniera química- es la ofrenda de flores a la Virgen del Castillo, a la que asistieron después de recorrer el pueblo subida sobre una carroza tirando caramelos a los niños. Lo que menos, que hay pocas horas libres y es necesario madrugar para hacerse el moño y ponerse la peineta.

¿Y qué pasa cuando todo ha terminado? Maribel Gómez, de 25 años, que fue reina de Manzanares en 1987, lo tiene muy claro: "Es un orgullo representar a tu pueblo y lo recuerdas siempre con cariño". "Durante una semana todo el mundo te invita, te brindan todos los toros. Lo de reina no es una metáfora", concluye con una ligera sonrisa.

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