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GUERRA DE LOS BALCANES

Lavado de cara en Petrinja

Soldados croatas enmascarados y con guantes sacan un cadáver de una casa desventrada por las bombas mientras, a 50 metros, la oficina de correos abre de nuevo sus puertas. Tres cabinas telefónicas son tomadas al asalto por los soldados victoriosos. Compañeros suyos se dedican a apartar la carcasa de un tanque calcinado que dificulta el paso. La entrada en Petrinja el pasado lunes, apenas 24 horas de que la ciudad cayera en manos croatas, está llena de paradojas. Se barren las calles mientras los alrededores todavía están minados, y la mayor parte de los edificios son todavía inaccesibles. La localidad está cerrada aún a los refugiados croatas de 1991, que esperan a tan sólo 15 kilómetros de distancia, en Sisak, la hora de retomar a sus viejos hogares. Petrinja parece haber sido el único lugar de Krajina donde los serbios opusieron una feroz resistencia.Drago recuerda que tenía 27 años cuando tuvo que huir hace más de cuatro años. "Sólo teníamos fusiles de caza para enfrentamos a los tanques", señala. Un día antes, había participado en la reconquista de su ciudad. Herido en la cabeza, tratado en el hospital, no ha tardado en volver. "¿Ve usted esa plaza?", pregunta. "Representa los días mas maravillosos de mi adolescencia. Me veo sentado en ese banco. Allí, una orquesta tocaba todos los días. La política es una puta. ¡Tanta mentira, tanto odio!".

La huella del pillaje

Las calles están desiertas. La batalla no ha dejado grandes destrozos. Subiendo por la calle principal, se ven las huellas del saqueo croata: una tienda para niños, el despacho de la abogada Ana Ercegovac, una confitería... El único comercio abierto es el bar Sifra. Sobre la puerta hay esta inscripción: "Propiedad croata. No entrar. Ivo Klaric". También está ese café-hotel transformado en capilla ortodoxa. "Los serbios lo utilizaban como lugar de culto mientras restauraban la iglesia", asegura un soldado. La prensa encuentra al llegar a esta ciudad, sobre la que parece haber pasado un tornado, aunque hay iglesias ortodoxas (serbias) en perfecto estado, mientras que no se puede decir otro tanto de las católicas (croatas), aunque puede deberse a una cierta preparación para la llegada de los periodistas.Aleksandra Ostoic abraza casi a cada soldado con el que se cruza. La fogosa animadora de Radio Petrinja no ahorra besos. El equipo de la emisora, refugiado en Sisak desde 1991, ha recuperado sus estudios y sus discos, y la bandera croata adorna sus paredes. En un cajón están abandonadas las casetes con los cantos guerreros serbios. "Vamos a guardar estos documentos preciosos", dice Aleksandra.

Casi todos los serbios se marcharon de Petrinja con lo puesto. "Algunos viejos prefirieron quedarse", asegura un responsable local, "pero están ahora en campos de refugiados. Cuando hayamos puesto la ciudad en orden, podrán regresar.

Copyright Le Monde / EL PAÍS

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