Entre dos mundos
El Ayuntamiento de Fresno de Torote no está en Fresno de Torote, sino en Serracines, una pedanía colindante que ha ido creciendo con el adosamiento de sucesivas colonias de chalés. Chalés asilvestrados muchas veces, edificados en parcelaciones clandestinas por constructores piratas que, tras embarcar y embaucar a sus clientes, abandonaron el barco y les dejaron al pairo para que se las compusieran con las leyes y las ordenanzas del suelo.El crecimiento de Serracines contrasta abrumadoramente con el estancamiento del pequeño e histórico recinto de Fresno de Torote. El Torote es un arroyo próximo, cuya etimología, dice el cronista Jiménez de Gregorio, podría derivarse del prerromano tor, río, como en Tormes, Tordera o Tortosa. El fresno es un fresno heráldico que sólo sobrevive en el escudo del lugar como recordatorio de uno que aquí plantara don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, polivalente talento que supo compaginar las armas, las letras y la política, quedándole tiempo para componer populares y festivas serranillas, coplas galantes que probablemente rimara para combatir el estrés.
Fresno de Torote rezuma prosapia y abolengo. Entre sus antiguos y encumbradores señores destaca toda una señora, Ana Mendoza y de La Cerda, la enigmática e intrigante princesa de Eboli que, con un solo ojo, supo encandilar a toda una corte, con su monarca, el muy austero y prudente Felipe II a la cabeza. Pero Fresno de Torote rezuma también abandono y ruina: a pedazos se está cayendo la techumbre del porche de su iglesia del siglo XVI, con su portada plateresca, cerrada a cal y canto, refugio de palomas y murciélagos. También los edificios colindantes, incluyendo la "casa grande", casa solariega con su peculiar torre vigía d e armazón metálico, parecen sumidos en un letargo secular junto a la carretera.
Hay un lapso de siglos entre Serracines y Fresno de Torote, entre el vértigo de las nuevas urbanizaciones y la supervivencia casi estática de una colonia agrícola de origen medieval, cuyo caserío apenas ha evolucionado desde el siglo XVIII. Fresno de Torote es un insólito reducto feudal en las postrimerías del siglo XX. La iglesia, las casas y las tierras de Fresno son propiedad del conde de Torre Palma y, del marqués de Quirós, cuñados y empresarios Agrícolas. No hay siervos de la gleba ni señores de horca y cuchillo. En Fresno y en Serracines los vecinos hablan del conde como uno más del pueblo, un señor campesino y campechano. No corren buenos tiempos para la economía agropecuaria y hay quien justifica la precariedad y el hundimiento de las posesiones condales por la crisis económica del sector. Lo que en Serracines se construye, se derrumba en Fresno, de forma lenta y perseverante.
El edificio del Ayuntamiento, a las afueras de Serracines, es de planta moderna, nada pretencioso en su exterior, pero extremadamente funcional y luminoso, gracias a un sabio aprovechamiento de la luz natural que incluye lucernarios y ojos de buey, es además fresco en verano y lo suficientemente espacioso para albergar tambien la Casa de Cultura municipal. En la casa consistorial hay un documento que propone al ternativas para frenar la ruina del casco de Fresno de Torote que, según figura en el catálogo de bienes a proteger, debe ser rehabilitado y destinado para usos culturales de los vecinos. En el plan se recoge también la protección de la iglesia de Serracines y de algunas de sus antiguas casas. En Fresno prácticamente todo el casco está protegido al estar constituido, en su práctica totalidad, por viviendas rurales, una planta y sobrado, edificadas entre los siglos XVIII y XIX. El desvencijado reclamo de Pepsi Cola, que anuncia junto a la carretera la presencia del único y modesto bar de Fresno, entrará dentro de poco en la categoría de antigüedad. Antes de esa fe cha, es de esperar que una mano amiga desmonte el en gendro de parque infantil, un montón de hierros retorcidos bajo el sol que los niños desprecian y que algunos adultos han cubierto de pegatinas electorales. Un monstruoso insecto metálico guarda gráficos testimonios de la mayor parte de las ocho candidaturas, ocho, que se presentaron a las elecciones en un pueblo con 480 habitantes censado s. En este abigarrado mapa político gobierna hoy la alcaldesa Alicia Mateo Valdemar, de la Plataforma Independiente, en coalición con el CDS y otros independientes.
El contraste entre Serracines y Fresno se percibe a simple, vista, bullicio frente a quietud, silencio frente al ruido. Del otro lado de la carretera, frente a la torre de la iglesia de Fresno, un inmigrante africano combate el calor con la inmovilidad y mira pasar los coches a la hora de la siesta. Como otros hermanos de su raza y continente se dedica a las tareas agrícolas en las tierras del conde. Las tierras de Fresno son tradicionalmente tierras de cereal, campos veteados ahora por las flores amarillas del girasol, plantado para aprovechar las subvenciones comunitarias. En Fresno y en Serracines hay también granjas avícolas, rebaños de ovejas y abundante caza, liebres, conejos, perdices y tórtolas; presas no siempre fáciles para las mejores escopetas del pueblo. La frontera entre Serracines y Fresno es la frontera entre dos civilizaciones, entre dos formas de ver la vida y, sobre todo, de vivirla. Equilibrar progreso y tradición, preservar la antigua arquitectura rural y las viejas virtudes rústicas sin poner demasiadas trabas a los nuevos colonizadores es una de las tareas más difíciles que le esperan al plural equipo del nuevo Ayuntamiento que preside la animosa alcaldesa.
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