Sostiene Zambrano
Tenemos todo un pasado por delante. En 1943 María Zambrano publicaba en México La confesión como género literario que ahora acaba de reeditar con las adecuadas correcciones Siruela. Sostiene Zambrano -sin haber leído la prensa de este fin de semana ni escuchado los informativos de la radio y la televisión, donde se ha dado cuenta de la memoria recién sobrevenida a los policías en prisión provisional Miguel Planchuelo y Francisco Álvarez- "que no sabemos si el fruto de toda confesión es una evidencia". E inmediatamente nuestra autora añade "pero sí es sabido que en el comienzo de toda época, en la salida de toda crisis, aparece una evidencia y sólo por ella se sale". Zambrano concluye después que la confesión, si produce la evidencia, habrá adquirido el carácter de método mediante el cual se muestra el carácter que ha de tener la verdad de la que puede vivirse.Zambrano sostiene que la evidencia -creencia que se hace inteligible- es un redescubrimiento, más que una verdad nueva, algo que ya se sabía pero que ahora se ha vuelto operante y que abre el ánimo a la confianza en aquél en quien ha brotado. Pero, si del campo filosófico pasamos al procesal propio del Juez Campeador, Baltasar Garzón, que instruye el caso Gal, conviene señalar que la evidencia es lo contrario de la prueba y que sólo la carga de la prueba sumarial ceba los autos y, sobre todo, el fallo de la sentencia. En todo caso, reconozcamos que la nuestra es una ciudadanía de contrastes. España, púrpura y andrajo, sequía pertinaz e inundaciones catastróficas, indignaciones morales y encanallamientos populistas, olvidos interesados y memorias sobrevenidas, sinceros arrepentidos y mercenarios del resentimiento que se ofrecen al mejor postor.
El tiempo de los pactos Aznar-González, propuestos por los hermanos Ansón, ha caducado. Ya es imposible un acuerdo para pasar la página dejando sin resolver los enigmas pendientes. La oferta editorial de El Mundo -¡canten todos, hombres también!, ¡impliquen a González!, que ya vendrá el tío Pedro y su compañero de paddle con la clemencia presta, cualesquiera que sean las responsabilidades intransferibles de los cantores- es denigrante. Además, González y el PSOE en pleno saben que queda descartada la supervivencia política bajo el chantaje de los hermanos Amedo, de los Perotes transmutados en Dreyfus, o de los Ruiz Mateos, impasible el ademán en su reclamación grafómana y entusiasta del ADN con pruebas sanguinarias incluidas, mientras los accionistas de la Fundación General Mediterránea del Opus osan transformar su demanda al expoliado Rumaso en querella por estafa, según exclusiva mundial del domingo.
Habrá, por tanto, que prescribir la vuelta a La divina comedia para bajar con el Dante y Ovidio a los infiernos de la actualidad, incluso si se llamaran Cominasa. Un nombre capaz de suscitar en otra pareja admirable, la de Ovidio-Ansón, la recuperación de algunas de sus más características, felices y festejadas expresiones literarias, que hicieron la fortuna de los lectores de la edición de Abc del pasado viernes 14 de julio. Para el connoiseur fue todo un deleite enterarse por el periódico que "Cuando se habla de Conimasa los enterados se sonríen, a algunos se les encabrona el gesto, a otros se les embravece el bálano". Convengamos en que el supuesto enigma panameño se puede decir más alto pero no más claro ni de una manera más bella.
Ahora todos cabalgan la indignación periodística, pero incluso quienes llevan la delantera en esa carga son incapaces de dar alcance al jinete solitario Trevijano -orgulloso de lucir la Cruz de la Independencia de la República de Guinea Ecuatorial- y han de conformarse con ver la espalda del prócer. Otras espaldas quedarían también al descubierto si se emprendiera algún ejercicio de clarificación para que todos nos reconociéramos "tal como éramos" con el neutral recurso a las hemerotecas desde 1975 en, adelante, por ejemplo. ¿Qué escribían y qué reclamaban los actuales campeones de la decencia cuando estaban sucediendo los hechos que ahora les escandalizan? A partir de ahí deberían evaluarse los signos del progreso y de la miseria moral. Pero parece preferirse la receta de Sancho cuando dijo aquello de "ahí están las gallinas que no me dejarán mentir".
Y es que, como sostiene Zambrano, la pavorosa faz de la actualidad nos presenta la figura de un mundo sin sujeto, donde no existe por parte alguna el alguien responsable con identidad y figura propia. Un mundo en que lo psíquico tiene la existencia demoníaca de la multiplicidad diluida de donde han huido las formas quedando sólo el fantasma inasible y rencoroso y el vacío y, por eso, se pregunta si, así las cosas, no será necesaria una verdadera e implacable confesión.
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