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Silencio, Induráin va a hablar

La gran contrarreloj del Tour, punto clave en la decisión final CARLOS ARRIBAS Lieja

Carlos Arribas

Una pregunta recorre el pelotón como un fantasma. ¿Qué diferencia sacará Induráin en la gran contrarreloj del Tour? Nadie duda que el futuro de la carrera se jugará hoy a favor del navarro en Bélgica, en los solitarios 54 kilómetros que separan Huy de Seraing En una región con nombre de batalla: las Ardenas. ¿Nadie? No Allí, medio cegado por los focos, hay alguien que se pregunta lo contrario. Es el soberbio ruso, Evgeni Berzin, el único corredor que ha escapado al efecto psicológicamente demoledor de la gran prestación del navarro en su día D, en su hora H. Claro que Berzin es joven -25 años recién cumplidos- y debuta en el Tour.El ruso de ojos de acero es el único que lee a la vez el pasado y el futuro. "Berzin tiene el Tour en la cabeza, cree que puede ganarlo", dice su compañero de habitación desde enero, Bruno Cenghialta. "Y ya ha derrotado a Induráin en una contrarreloj decisiva, en la de Follonica del pasado Giro". Su esperanza es mañana. Berzin quiere pensar que no haya más que diferencias de segundos entre él e Induráin hoy, pero sabe que, en el fondo, la prueba es más decisiva para él que para el que busca su quinto Tour. Induráin también sabe ganar en la montaña; Berzin debe aprender y quizás recuerde las escenas del Mortirolo.

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Evgeni Berzin, sin embargo, apenas cuenta para Induráin. Si el ruso proclama que no tiene indurainitis, el español se ríe. Le hace gracia a Induráin, por ejemplo, que vaya donde vaya Berzin esté tras él. Cada uno ha procesado las imágenes del Giro del 94 a su manera. Berzin sacó la conclusión de que Induráin no era imbatible: Eso le recordaba ayer la portada del diario LÉquipe, un Berzin a seis columnas. La creación del gran rival. Pero Induráin, 11 Tour, conoce las maniobras del marketing. El navarro sabe que no estaba bien en Follonica, que una alergia le impedía respirar a su gusto. Con todo y eso, la ración de indurainitis está preparada para el ruso.

Todos los demás ya tienen la enfermedad en el cuerpo. Los otros dos rivales previstos son curiosamente suizos. A los dos les dirigen técnicos españoles, y, uno en sus años maduros y el otro en su juventud ya pasada, saben lo que es perder todas sus esperanzas en un solo día, en poco más de una hora. Induráin dice que su referencia será Rominger, que tratará de sacar lo más posible al suizo viejo. Rominger desea que algún día Induráin falle y que a él le llegue ya el momento de sentirse bien, aunque sea simplemente perdiendo menos de dos minutos.

A Zülle se le pregunta si cree que puede ganar a Induráin y él responde, en su español de indios, que claro que va a ganar Induráin. "Para mi es una contrarreloj muy larga", dice un Zülle que este año ha ganado cinco pruebas contrarreloj -tiene la plusmarca de la especialidad-pero ninguna más larga de 21,6 kilómetros.

Rominger estudió el recorrido en abril, cuando corrió la Lieja-Bastoña-Lieja y dice que está hecho a la medida de Induráin. Todo el espíritu rompepiernas se reúne en los 54 kilómetros, culininando con un final realmente duro. Una contrarreloj para hombres fuertes. Un trazado que los hombres del Banesto no se recatan ir que "está bien". Un recorrido para marcar diferencias. "Pese a que sea de sube y baja y que haya entre medias una cota de cuarta, será para mover en todo momento el 54/12, e, incluso, si sopla el viento de espaldas, meter un plato de 55", dice Induráin.

Sea a base de potencia pura -la que permite el tamaño del navarro-, sea a base de agilidad y rapidez de piernas -la virtud de Berzin-, cuente la veteranía -el premio a Rominger- o el voluntarismo -hablando de Zülle-, hoy todos los que se creen tenores tendrán terreno para expresarse. Aunque todos callen un segundo, para oír cantar a Induráin y preguntarse ¿cuánto nos meterá?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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