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Un presidente a un teléfono pegado

Enric González

El ambiente ha cambiado en el Elíseo. François Mitterrand recibía información y se comunicaba a través de notas, tomaba sus decisiones en solitario y creaba a su alrededor un clima de recogimiento silencioso. Por supuesto, a nadie se le ocurría tutearle. Con Jacques Chirac acelerando por los pasillos e irrumpiendo en las oficinas, el palacio presidencial ha adquirido un cierto frenesí, típicamente chiraquiano. Sus colaboradores dicen que el líder gaullista no ha cambiado: que muchos siguen llamándole de tú, que sigue consumiendo cerveza mexicana Coronas en dosis abundantes, que sigue prefiriendo la conversación a la nota escrita y que, sobre todo, sigue colgado del teléfono.Lo del teléfono es consustancial a Chirac. Prometió que no interferiría en la marcha cotidiana del Gobierno, pero raro es el ministro que no le tiene al teléfono una vez al día. "A veces llama sólo para preguntar cómo va todo", explicaba ayer un alto funcionario al diario Le Figaro. De vez en cuando, Chirac reúne en su despacho a sus colaboradores más antiguos, para tomar una copa y charlar. En los banquetes se hace servir el último, no el primero, como era costumbre, y rompe sistemáticamente el protocolo en la colocación de los comensales: exige que le rodeen de mujeres, en lugar de ser flanqueado por los invitados de honor o las figuras institucionales.

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Días tranquilos en París

La hija del presidente, Claude Chirac, es el miembro más llamativo del nuevo equipo del Elíseo. Con sólo 31 años y vestida con vaqueros, la "asesora de comunicación" mantiene la misma importancia que durante la campaña electoral: para acceder a Chirac, la prensa debe pasar necesariamente por el despacho de Claude, que, como su padre, vive con el teléfono pegado a la oreja.

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