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Los poderes de Anguita

El lider de IU controla la organización con un discurso mesiánico y eficaz

"Buenos días. Aquí está Anguita, el iluminado, el mesiánico. ¿No es así como me llaman ustedes?". Julio Anguita, coordinador general de IU, saluda y provoca a una veintena de periodistas con los que hoy mantendrá un desayuno de trabajo. Nunca se sabrá quien está más interesado en mantener esa imagen a la que se refiere con sorna el propio Anguita. A veces da la sensación de que él mismo se encuentra cómodo en ese papel a caballo entre el misticismo y el fuego purificador y que él, mas que nadie, lo utiliza para hacer llegar a su público una fotografía, tosca y sin sombras, pero eficaz, de hombre puro y fuera de este mundo.Controla, aparentemente sin problemas, una organización que reúne a unos 57.000 afiliados, amalgama extraña de rojos cavernarios, ecologistas, progresistas de ley, viejos luchadores izquierdistas de salón y de corazón, desengañados, sindicalistas con la revolución obrera aún pendiente, algún resentido y gente que pasaba por allí. De él puede hablarse por los pasillos, comentar el dogmatismo de sus palabras, criticar su innegable demagogia y desesperarse por su autoritarismo feroz barnizado con la dictadura ciega de las bases. Todo puede decirse. Pero nadie puede negarle un liderazgo incuestionado, una carisma por encima de cualquier protesta y una capacidad de raciocinio fría y poderosa que hunde cualquier mínimo intento de rebelión.

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El peso del partido

Julio Anguita ha conseguido el sueño de todo dirigente: una organización cohesionada y dócil, que tiene incluso su parte -discrepante, con más valor simbólico que efectivo. ¿Cuál ha sido el secreto? En primer lugar, lograr una organización que no tiene los corsés de un partido y en la que, en la práctica, el poder pasa directamente desde la cúpula a las bases.

Esa estructura es la que ha permitido a Anguita y su equipo -cada vez más reducido y pode roso- ir eliminando a quienes podían suponer en el futuro un peligro para este modelo. ta ha ido lentamente quitando de su lado a amigos y enemigos. Nadie sabe, de verdad, qué lugar ocupa en el corazón de. Julio Anguita. Pero, ojo. No ha sido él quien ha echado a Isabel Vilallonga las listas electorales, -ni a Nicolás Sartorius, ni a Cristina Almeida, ni al largo rosario de cádaveres que ha ido quedando en el camino de Izquierda Unida. Ha sido siempre el pueblo, las bases. Son esas bases a las que él recurre para que tome las decisiones más trascendentales: la composición de las listas, la política de alianzas. Es verdad.

Pero también es verdad que lo que Anguita llama las bases las organizaciones locales- están controladas por su gente gente del PCE que sigue ciegamente cualquier instrucción, indicación, aviso o sugerencia de arriba. La gente de la base adora a un Anguita austero, bueno, paternal, sabio al que no le gusta el trato directo con la masa, pero que sabe llegar a ella con su discurso plagado de referencias populares, adobado con citas clásicas, con personajes mitológicos y sagrados. Es lo más parecido, en laico, a los padres redentoristas que prometían en Cuaresma la salvación eterna, amenazando con el más cruel infierno. Ese Anguita que dice: "No votéis a la derecha por castigar al PSOE, tendréis un. segundo de placer y años de sufrimiento". Ese Anguita que pide el rayo de Júpiter para salvar el país.

Los debates registrados en los órganos de dirección de IU, previa y posteriormente al 28 de mayo, han sido tremendamente esclarecedores de cómo en la coalición es muy difícil romper esquema alguno y cambiar las decisiones. Hay que tener en cuenta que siempre se arranca del informe del coordinador general que, prácticamente, termina por atravesar las discusiones como el rayo de sol a través del cristal, sin romperlo ni mancharlo. Anguita basa sus informes en resoluciones anteriores de las asambleas o de los consejos. Y son como el libro sagrado. Se podrán hacer interpretaciones de la palabra, pero nunca cambiar la palabra misma.

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Infalibilidad y principios

En sus discursos, Julio Anguita recrimina con un lenguaje florido y casi místico a quienes intentan cambiar el espíritu de las resoluciones. Y no admite discusiones. "¿Por qué queréis cambiar algo que vosotros mismos aprobásteis hace unos meses? Fuísteis vosotros. Yo sólo cumplo lo que me decís", reprochaba Anguita a quienes en un consejo cuestionaban el sorpasso y la política seguida por la organización. La idea que Anguita tiene sobre las resoluciones está entre la infalibilidad de la Iglesia y la inmovilidad de los principios fundamentales.

Así que todo cambio es imposible, o casi. Sobre todo porque en las votaciones él advierte siempre si está o no de acuerdo con las enmiendas. En el último consejo Julio Anguita eliminó una de las enmiendas por el simple método de presentar una contraenmienda. Luego subió i la tribuna y gritó. "Esta discusión -definir al PP como enemigo y matizar la oposición a PSOE- ha quedado cerrada Como se dice en las bodas: calla( para siempre". Y punto.

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