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Entrevista:

"Ortega y Lacayo comparten una identidad autoritaria"

"Antonio Lacayo y Daniel Ortega comparten una identidad autoritaria". Con este diagnóstico del sustrato ideológico, de dos hombres aparentemente dispares, como son el virtual primer ministro nicaragüense y el líder del opositor Frente Sandinista, el político y escritor Sergio Ramírez explica las raíces de la brutal crisis institucional en que está sumida Nicaragua desde hace cuatro meses.Ramírez, de 52 años, ex vicepresidente de este país, ex miembro del Frente Sandinista, del que se separó formalmente este año por diferencias. insalvables con sus dirigentes, y fundador del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), considera que Lacayo y Ortega no son ajenos al "hilo conductor autoritario" que ha unido a las élites nicaragüenses desde siempre, y del que "el viejo Somoza" fue quizás el más claro exponente. "A los dos les gustaría que las leyes fueran secundarias a su propia voluntad".

A un año de las próximas elecciones presidenciales, la férrea oposición de Lacayo y de Ortega a unas reformas constitucionales que cierran el paso a sus respectivas candidaturas ha conducido al país a la parálisis de los tres poderes. Las reformas, aprobadas en febrero por el Parlamento para modificar la Constitución sandinista de 1987 y democratizar los usos políticos, impiden, entre otros puntos, la sucesión familiar -Lacayo es yerno de la actual presidenta, Violeta Chamorro- y la reelección -Ortega ya ocupó este cargo entre 1979 y 1990-.

A pesar de ello, Ramírez, que pasó por México para presentar su última novela (Un baile de máscaras, editada por Alfagúara), observa la crisis con el optimismo de quien ha vivido "20 años de sobresaltos". "Estamos llegando al límite de la posibilidad del desorden", afirma.

Las reformas constitucionales son "imprescindibles" para abrir a Nicaragua a otro tipo de sistema, donde la separación de poderes sea la horma básica. ¿En qué ha cambiado entonces el país desde 1900, año de la derrota electoral sandinista? "Hubo un cambio estructural importante que se dio en la década pasada, con la reforma agraria, que es un hecho político, pero no todavía económico. Yendo a lo político, el modelo sandinista tiene en sí una contradicción: fue el partido que dejó el poder por vía de la democracia habiéndolo conquistado por la vía de las armas, pero al mismo tiempo dejo en herencia a este Gobierno el sentido autoritario. Por eso le gusta la Constitución a Lacayo".

Fin de proyecto

Y por eso Ramírez tuvo que abandonar la formación. Las elecciones de 1990 marcaron, en su opinión, el fin de un proyecto que tenía en su centro al Frente Sandinista. "rodeado de atributos como el Gobierno, el Ejército, la policía o las organizaciones de masas. Esto se deshace. Cada uno de estos elementos necesitaba buscar su propio espacio. Ver al jefe del Ejército sentado como miembro de la dirección del partido eso no se verá jamás. Esto no fue bien advertido por la dirigencia del partido".Otra contradicción vino de la famosa piñata [distribución de bienes confiscados en beneficio propio] sandinista de 1990, que le hizo al frente "un daño mayor que la derrota electoral, porque es un daño moral irreparable". "Había que rendir cuentas, reparar las cosas, y eso no se logró".

La nueva formación de Ramírez optó por conservar un nombre que según los críticos está ya diabolizado. "Cuando se fundó el partido discutimos largamente si nos íbamos a llamar sandinistas. Una parte pensaba que el nombre era ya un lastre, pero otros decían que eso sería renunciar a una identidad y dejársela a quienes no la merecen. La mayoría votó por conservarlo".

El Frente Sandinista cuenta con dinero y medios, desde los que él mismo y su familia han sido atacados con saña. "La izquierda tradicional es muy vengativa. Pisar la raya es una traición. Eso es parte de esa cultura cerrada. Al fin y al cabo el frente tiene mucho de secta".

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