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Qué vota el personal? ¿Por qué?

Pasaron los tiempos de predicciones y sondeos. Pasaron los tiempos de campañas y enfrentamientos, y ahora, a toro pasado, llegan los tiempos de análisis. El personal, independientemente de que se felicite o se fustigue por los resultados electorales, quiere que le expliquen las razones de los mismos. ¿Quién tiene que explicarlo? ¡Coñol, pues los listos, que para eso estamos.Existe una extraña paradoja entre gestión y repercusión en el voto en los partidos que se llaman de izquierdas, que no se da en los de derechas. Si un Gobierno de izquierdas -es capaz de generar una clase media que representa a un gran sector de la población, está logrando sus objetivos al tiempo que traba ja contra los intereses de su partido. Es decir, si mejoras la calidad de vida de tus votantes, se pasan al otro bando. Por el contrario, la derecha cobra más votos cuanto más rico se hace el país. Es claro que la estabilidad y el incremento del poder adquisitivo en el seno de una familia implica aburguesamiento, es decir, actitud de derechas, pero eso no quiere decir que se vote esa opción necesariamente, ¿por qué?: por ideología.

La ideología es una condición del ser humano que escapa a la razón. Es una de las coordenadas de su yo, y, por tanto, innegociable. Lo cual no quiere decir que sea un condicionante eterno. Uno puede cambiar de ideología como puede cambiar de religión y este cambio está provocado, casi siempre, por un interés material, con el fin de evitar complicaciones mentales. La ideología es la razón de que no se llegue a ninguna conclusión en los debates televisivos entre distintas fuerzas políticas. Los espectadores se quedan como estaban. Sus prejuicios, sus ideas previas pesan mas que los hechos. No importan las acusaciones, las pruebas, las descalificaciones, los argumentos, el espectador sólo quiere escuchar al suyo. Lo que digan los demás le importa un carajo. Es más, preferiría que no hablaran. Está harto, se sabe todos los cuentos.

Es la ideología la que produce el extraño fenómeno de que, a veces, se pierden votos donde se ha hecho una buena gestión, mientras se ganan donde ésta ha sido nefasta. Sirva como ejemplo el caso dé Burgos, cuyo alcalde ha sido condenado por chori y trinca sin que esto haya afectado la intención de voto de forma considerable. Las ideologías, como las religiones, están dispuestas a perdonar todos los fallos humanos propios, jamás los ajenos.

Así, eso que llaman voto de castigo no existe. En todo caso, uno se abstiene, pero no puede ser tan idiota de castigarse a sí mismo por un delito ajeno. Nadie castiga una mala gestión votando otra peor. Cuando alguien se molesta en ir a votar es porque cree en lo que vota. .

La única conclusión cabal que podemos sacar de los resultados de las elecciones es que la ideología de nuestro pueblo apunta en esa dirección. Ni más ni menos.,

El PP comienza a cosechar votos de personas que tenían cierto escrúpulo ético a la hora de votar a la derecha porque saben como las gasta. Ha hecho falta una legitimación moral para pegar el cambio y ésta ha venido de los errores del PSOE, muy bien encauzados por una parte de la prensa que ha hecho una condena unilateral de las fechorías de la Administración, resultando, gracias a su empeño, que los 100 años de honradez correspondan al PP. Su gran logro ha sido liberar a una parte del electorado de una represión moral bajo el lema: "Votar al PP no es pecado". Y es verdad. Cada uno debe votar lo que le dé la gana, gane quien gane. La primera vez se vota por reacción, la próxima, con el aval de la costumbre, por absoluta convicción.

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Lo triste de esta conclusión es la constatación de que al ciudadano medio le preocupa más aumentar la cilindrada de su coche que la suerte que puedan correr los desgraciados, que hay muchos.

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