Otra vez juntos
Las torturas sufridas por una niña llevan a sus padres, separados, a casarse y comenzar una nueva vida
Las torturas sufridas a manos de un ex presidiaria por una niña de siete años, hija de una pareja separada (véase EL PAÍS del martes), han llevado a sus padres a unirse de nuevo por el amor compartido hacia la pequeña. Venderán sus propiedades, se casarán y se marcharán de Madrid. Otra vez juntos, los tres iniciarán una vida donde no quepa el sufrimiento. Ése es su deseo.José Luis y Elena -ambos de 36 años- esperan ahora con ansiedad, lo mismo que su hija, que el juez la autorice a salir del centro madrileño de acogida donde permanece albergada. Allí continuará hasta que se despejen todas las dudas sobre los malos tratos que la pequeña padeció en el más hermético de los silencios, presuntamente cometidos por el que -hasta descubrirse los hechos- era compañero sentimental de. su madre, Emilio M. E., de 32 años.
Callada, sin que fuera posible arrancarle una sola indicación, la niña soportó incluso la quemazón de su espalda producida con mecheros de gas y otras graves servicias De esa forma trató durante dos semanas de impedir que las torturas alcanzaran también a su madre. El torturador amenazaba a la aterrorizada niña con matar a su madre si su hija decía . siquiera una palabra sobre el asunto. Y el asunto era la locura que se adueñó de Emilio, según cuenta hoy su ex compañera: quizá por celos, tal vez por un siniestro desdoblamiento de su personalidad, él maltrató reiteradamente, y con extrema crueldad a la colegiala.
El pasado en la cárcel
Ahora, casarse es el principal anhelo de los padres, José Luis y Elena. La pareja se deshizo tras vivir 13 años juntos y tener a la pequeña. Tras separarse, comenzaron vidas distintas. La niña su frió el desgarramiento familiar, pero se acomodó al nuevo escenario. Elena, madrileña de Chámberí, se quedó a vivir en un piso del barrio de Quintana con su hija. José Luis, del barrio de la Concepción, marchó a otro sitio. Hace cuatro meses, Elena conoció a Emilio, divorciado y con una hija adolescente. Se enamoró de él y comenzaron su relación. Ambos eran entonces drogodependientes.El amor llevó a Elena a desdeñar el pasado de sp compañero: detenido en un poblado gitano, fue condenado luego a cuatro años, dos meses y un día por robo de 1.600 pesetas con intimidación, de los que cumplió sólo seis meses y salió a la calle tras pagar una fianza de 25.000 pesetas, cuenta ella. Pasó una larga temporada en el centro de rehabilitación El: Patriarca. Parecía desenganchado, asegura.
Emilio y la hija de Elena comenzaron a conocerse, Nada parecía turbar una aparente amistad. de compromiso. Emilio le mostraba públicamente afecto, se disfrazaba y jugaba con ella. "Nada me alertaba sobre la existencia de problemas entre ellos", cuenta la madre hija, naturalmente, prefería a su padre y así lo manifestaba cuando mi compañero le preguntaba si le hacía feliz que él viviera con nosotras. Hace dos semanas", prosigue, "él me hizo una escena en la cocina. Se puso un gran cuchillo en el vientre y tras acusarme de haber hablado en sueños del hombre del que me separé, me amenazó. con darse muerte".
"A partir de entonces, percibí que algo entre mi hija y él no funcionaba. Mi sospecha comenzó cuando una noche le descubrí a la niña una herida en el rostro. Él estaba cerca de ella en la cama y me dijo que durante la noche se había golpeado en plena pesadilla". Aparecieron otras lesiones. Iban en alimento. Cuando preguntaba a la niña lo que le sucedía, ella cababa: "incluso me tapaba la boca", dice.
El violento está en cuatro
"Un días pregunté a las vecinas si tenían noticia de la, existencia de algún niño violento en el barrio. Una de ellas me respondió que tal vez el violento se halla ba en mi propia casa. Aquella frase me impresionó", revela, y comencé a atar cabos"."Me costó mucho trabajo conseguir que la niña dijera lo que sucedia", cuenta José Luis, que con aplomo retiene la indignación que como padre le embarga.
El supuesto agresor llegó in cluio a quemarle con un me chero de gas en distintas zonas, de la espalda, según asegura el padre de la niña. Le tapaba la boca hasta que quedaba a mo ratada y exhausta, para intimidarla y que no contara ni a su madre ni a mí las torturas que le infligía" relata.
Elena y José Luis se miran. "Vamos a esperar para recuperarla y rehacer juntos nuestras vidas. Eso es lo que más ilusión puede hacerle a nuestra hija", dicen lo dos con un destello de esperanza en la mirada.
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