No digas que fue un sueño (II)
El reloj de la habitación continuaba su inexorable camino, ya eran las 4.15 de la madrugada. Al día siguiente, mejor dicho, al cabo de tan sólo unas horas, jugábamos contra Rumanía. Era el primer partido del Campeonato. No me dormía ni a tiros y antes de que el insomnio me arrastrara al alba decidí ir en demanda de auxilio. Después de peregrinar por el pasillo recalé en los aposentos. del doctor Cristóbal Rodríguez.Allí estábamos a falta de escasas horas para el comienzo del encuentro (jugábamos a las. 11.00) y seguía, ahora en compañía, sin pegar ojo. La hora que nos llegó a dar ni me importó, ya que el arte de Cristóbal relatando anécdotas sobre otros jugadores, mitos para mí, que pasaron por el mismo trance, consiguió que al día siguiente, imbuido de vital optimismo, me sintiera perfectamente restablecido y que en el partido de marras me encontrase de fábula.
Y es que, el primer día de un campeonato es siempre otra historia. Todo es nuevo. Llegas de disputar torneos y partidos amistosos diferentes, pero en los que el marcador. nunca ha sido fundamental. Sin embargo a partir de ahora cada resultado será clave. En cada partido te lo juegas todo. Debido a ello todo lo que hasta el momento tenía una importancia relativa se convertirá, a partir de ya, en primordial. Como funcionará la pista, el parqué, los aros o los balones (siempre recién estrenados y resbaladizos), cómo reaccionarán los árbitros o del lado de quién se decantará el público, por citar sólo unos ejemplos.
Otro dato viene a complicar más, si cabe, la situación. Es en los días previos al primer partido cuando afloran con más virulencia todas las neurosis. Ya se sabe que los organizadores son, por lo general, parcos a la hora de destinar medios y personal, pero es que todos los equipos agravan todavía más la situación, queriendo comer a las mismas horas, entronarse en el mismo momento y ver el vídeo en el mismo sitio (ya quisiera la ONU tanta coordinación). Parece que una histeria colectiva se apodera de todos. Menos mal que poco a poco el temporal va amainando y cada cual encuentra su espacio.
Una anécdota repetida a lo largo de cada campeonato solía comenzar los primeros días con la elección de la bebida en las comidas. El doctor Cristóbal tenía, a pesar de su contrastada sabiduría, dos escollos importantes y jamás superados. Uno era el mus y otra su abyecta fijación hacia las bebidas gaseosas en general y la Coca-cola en particular, que teníamos tajantemente prohibida, mientras que en la mesa de al lado veíamos como los yugoslavos se la bebían por barriles. El que menos bebía se zampaba un litro y encima no dejaban de ser altos, fuertes y buenos. Cuanta razón, no obstante, había en la labor prosélica del doctor, pero que injustamente lo castigaban los ejemplos.
La línea que un equipo va a llevar durante un campeonato de estas características viene marcada, en gran medida, por lo que haga el primer día y si, además, ese mismo día coincide con que juegas ante el rival con quien te vas a rifar el bacalao, la trascendencia es obvia. Por citar sólo un ejemplo, el del primer partido del Mundial de Colombia de 1982, España-Panamá. Antonio Díaz Miguel preparó el partido de una manera espectacular. Durante 40 días y 40 noches comíamos, bebíamos y soñábamos panameños. Veíamos panameños hasta en el gazpacho. Rolando Frazer, Budler, Chaves y cía nos parecían mejores aún que las figuras de la NBA. Claro está, salimos para bien o para mal, con arrollador espíritu numantino. Lo cierto es que, con sus más y sus menos, el partido lo ganamos y el Mundial fue un éxito.
Pero bueno, eso fue otra historia, de momento relajémonos y disfrutemos de este primer partido de la selección en este Campeonato.
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