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Paro y reducción del tiempo de trabajo

El autor aboga por una reducción progresiva de las horas de trabajo que se distribuya entre todos y no se concentre en los desempleados

Para la gente, y desde luego para los sindicatos, el desempleo es una realidad social y humana que se percibe día a día y de modo inmediato, sin necesidad de recurrir a las estadísticas. Por ello nuestras preocupaciones y propuestas van dirigidas a remediar esta realidad, y no sólo a mejorar las cifras. Quiere esto decir que no podemos detenemos en la discusión sobre qué método es el más adecuado para medir el paro.La persistencia de un altísimo volumen de desempleo constituye el mayor y más grave desequilibrio de nuestra economía y nuestra sociedad. Por esta, razón de fondo es por lo que la UGT, en línea con la Confederación Europea de Sindicatos, reclama que se incluya el desempleo entre los de convergencia que se fijaron en Maastricht para la realización de la unión económica y monetaria. Consideramos que es elemento imprescindible para avanzar en la convergencia real, imprescindible para el progreso de la construcción europea.

Desde todos los ángulos. se prodigan epítetos acerca de la gravedad del fenómeno, se subraya la gran complejidad de sus causas y hasta se llega a deplorar que la magia y los milagros no aporten soluciones, pero sólo hasta aquí podríamos decir que llega el gran consenso nacional al respecto.

Resulta francamente desmoralizador oír proclamar a los Gobiernos -el nuestro entre ellos-, año tras año, que su objetivo central, prioritario, etcétera, será la lucha contra el paro, esto es, la creación masiva de puestos de trabajo. Y existe un método muy fácil para saber si esto es o no verdad: que den un giro real a su política económica o, por el contrario, sigan con la misma. En este último caso no es verdad que el empleo sea la auténtica prioridad de su programa ni de su accion política.

El desempleo masivo se desarrolló entre mediados de los setenta y mediados de los ochenta debido a una drástica reducción del crecimiento, que se desplomó desde una media del 5,7%.anual entre 1961 y 1973 hasta solamente un 2,1% en los diez años siguientes: la causa de tamaño desastre provino esencialmente de la política económica realizada.

Aún en este momento, el crecimiento económico permanece encorsetado por políticas del mismo tipo que impiden una suficiente creación de empleos. La coordinación europea de las políticas económicas nacionales continúa realizándose con una orientación restrictiva. Las políticas monetarias han perdido cualquier atisba de racionalidad, manteniendo. posiciones sumamente contractivas cuando la inflación europea está en los mínimos de los últimos treinta años. No hay voluntad de realizar una verdadera reducción coordinada de los tipos de interés. Las grandes inversiones europeas (Libro Blanco de Delors) no se realizan. Las instituciones europeas mantienen intacta su elevada solvencia financiera mientras los parados desfilan a sus puertas. El crecimiento económico produce miedo, ha sido proscrito por inflacionista. Al menos en los niveles que se necesitan. para resolver el desempleo.

El enorme paro existente obliga a planteamos que determinadas fórmulas de organización e incluso formas de vida deberán experimentar algunas transformaciones. Aclarando previamente que se trata de un problema que no atañe sólo al mundo del trabajo, sino a toda la sociedad. Tenemos, por ejemplo, cómo va surgiendo un nuevo reparto de tareas y responsabilidades entre hombre y mujer; vemos también como aparecen nuevas formas de organización del trabajo; y somos cada vez más conscientes de la función esencial que va a desempeñar la formación continua. Éstas y otras transformaciones llevan a modificar la propia concepción del tiempo de trabajo, del tiempo libre y del tiempo de dedicación familiar y social.

Por otra parte, mucha gente habla de nuevas actividades, nuevos servicios y nuevos empleos, pero ningún Gobierno mueve un dedo en este sentido. Se dice que muchos de los nuevos problemas sociales serán fuentes de nuevos empleos, pero todo queda en un puro ejercicio de prospectiva retórica.

Y además, cuando se abre tímidamente el debate sobre el reparto de empleo, algunos lo despachan sin mayor reflexión ni miramientos, proclamando que es ineficaz y conservador. Mientras, lo progresista y eficaz parece seguir siendo la desregulación laboral que esos mismos defienden con similar ahínco.

El problema es el conservadurismo intelectual, es la falta de reflexión autónoma y la deriva ideológica. Es la tremenda falta de iniciativa que mantiene a la política muy atrasada respecto a la realidad. La productividad del trabajo crece sin descanso, a idéntico ritmo que se reduce el tiempo necesario para producir una misma cantidad de bienes.

El desempleo es una bolsa de tiempo de trabajo que, para producir a los niveles actuales y con la productividad presente, no es necesario utilizar. Por tanto, el paro seguirá aumentando si el crecimiento económico no es mucho mayor que el actual, si no alcanza el grado necesario para superar suficientemente el crecimiento continuo de la productividad del trabajo.

Pero no nos dejemos engañar, el problema no es el aumento de la productividad. Al contrario, ése es nuestro progreso y bienestar futuro. ¿Con qué sentido debemos rechazar nuevas formas de producir con menos esfuerzo y recursos? Y, sin embargo, el mensaje conservador -éste sí- repite que debemos conseguir reducir el crecimiento de la productividad garantizando más empleos de menores salarios, el modelo de EE UU, que conduce a una mayor pobreza. El progreso, a mi entender, está en aceptar e impulsar que necesitamos menos horas de trabajo cada vez. Y el desafío, en conseguir una nueva regulación que permita que esa reducción progresiva de las horas de trabajo necesarias se distribuya entre todos -liberando- y no se concentre en una parte, en los desempleados -marginando-.Para ello será preciso considerar el tiempo de trabajo en relación con la totalidad de la vida activa del trabajador y buscar una mejor. asignación del empleo, fundamentalmente a través de la reducción y reordenación de dicho tiempo de trabajo.

La cantidad de trabajo Viene determinada por las condiciones tecnológicas y económicas de producción en cada momento. Pero esa cantidad de trabajo se distribuye según las convenciones sociales que se establezcan, dando lugar a un cierto volumen de empleo. Si esas reglas sociales, como son las normas sobre la duración de la jornada o incluso la organización de la vida laboral del trabajador, se cambian, se obtendrá otro volumen distinto de empleo. Pensemos, por ejemplo, en el nivel de desempleo que existiría hoy con las jornadas de 10 o 12 horas que se daban a principios de siglo.

Así pues, manteniendo una dinámica de crecimiento, hay que debatir, a partir de ahora cómo distribuir tanto el trabajo domo la productividad; esto es, los mecanismos que habrá que establecer para llevar a cabo una reorganización social del trabajo en virtud de la cual aumente sustancialmente el empleo. Es claro que un proceso de cambio como el que señalamos no es algo simple ni fácil, pero sí creemos imprescindible abordarlo ya.

Para que una estrategia general de reducción del tiempo de trabajo tenga reflejo en un aumento del empleo debe tener en cuenta varias condiciones inexcusables: dicha reducción debe ser importante y generalizada, pero, a la vez, flexible, adaptándose a las diversas situaciones de empresa y sector; tiene que ser fruto de una negociación; asegurar la neutralidad de dicha reducción sobre los costes industriales; ponerla en relación con una mayor utilización de la capacidad productiva; plantearse en un ámbito supranacional; distribuir los costes entre la productividad de las empresas, los salarios más altos y el Estado; y establecer las correspondientes normas que lo hagan posible.

Es necesario y urgente acometer en serio este debate desde todos los ámbitos sociales y políticos de nuestra sociedad. Un debate que está siendo abordado en otros países y en foros internacionales, que nos parece de vital importancia y en el que los sindicatos tenemos un papel destacado que estamos dispuestos a desempeñar. Porque creemos que el pleno empleo es posible y hay que luchar por él.

es secretario general de UGT.

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