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Gran avance del Frente Nacional en los municipios franceses

Enric González

El Frente Nacional (FN) se ha convertido, definitivamente, en el agujero negro de la política francesa. Allí donde no alcanzan a ofrecer soluciones los partidos democráticos, aparece la ultraderecha como aspiradora de votos. La primera vuelta de las elecciones municipales, el domingo pasado, ha confirmado la implantación del FN en el sureste, este y norte del país, y ha mostrado que los neofascistas empiezan a poner el pie en los suburbios desfavorecidos de las mayores ciudades. La derecha convencional de gaullistas (RPR) y liberales-giscardianos (UDF) se encuentra ahora con el problema de que para alcanzar numerosas alcaldías, como la de Marsella, tendrá que aceptar condiciones del FN o conseguir un improbable pacto con la oposición socialista.El FN no ha llegado al 10% del total de los votos y, en ese sentido, se ha quedado bastante por debajo del 15,7% de las presidenciales. Pero, a diferencia del 23 de abril, ahora ya no cabe hablar de voto de protesta, emitido con la certeza de que Jean-Marie Le Pen nunca alcanzará la presidencia: los concejales del FN ocuparán sus despachos municipales e intentarán aplicar su programa de racismo y mano dura. Además, el voto del FN ha cundido de forma especial por su concentración en zonas y localidades determinadas.

El fenómeno más llamativo es el de Vitrolles, una ciudad industrial cercana a Marsella. Bruno Mégret, delegado general del FN, consiguió el domingo un 43% de los votos (en 1989 obtuvo un 11,7%) y es claro favorito para la segunda vuelta. De vencer Mégret, Vitrolles se convertiría en la primera ciudad francesa con más de 30.000 habitantes gobernada por la ultraderecha. La única forma de frenar a Mégret consiste en una candidatura única de todos los demás partidos, desde el gaullista hasta el comunista. Pero los comunistas ya han expresado su rechazo a "pactar con la derecha".

Libano y Bosnia

Le Pen, con su 10% de los votos, parecía ayer el único triunfador de las municipales. El domingo se permitió lanzar un llamamiento a "todas las fuerzas políticas auténticamente democráticas" para que su unieran al FN "a fin de que Francia no sea mañana lo que fue ayer Líbano y hoy es Bosnia". Ayer declaró que la expansión del FN no había llegado a su límite: "Nuestro objetivo es gobernar".Los socialistas también tenían motivos de satisfacción. Habían resistido muy bien en sus ciudades-fetiche (Nantes, Estrasburgo, Lille) y habían demostrado, como en las recientes presidenciales, que la izquierda cuenta con casi la mitad de los votos y que el Parlamento surgido de las generales de 1993, abrumadoramente dominado por la derecha, no refleja el equilibrio politico real. La derecha, en cambio, esperaba mucho más. Cuando el ex ministro del Interior, Charles Pasqua, fijó la fecha de las municipales tan próxima a la elección presidencial, dio por seguro que el efecto Chirac propiciaría una oleada de triunfos conservadores en los municipios. No fue así.

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