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La máquina ya tiene corazón

Enric González

La máquina tiene corazón. Thomas Muster no estaba eufórico ni enloquecido tras ganar Roland Garros, sino tranquilo e irónico. "Este título no va a cambiar mi vida", declaró. "Tengo 27 años, ya soy mayor y tengo experiencia. Estoy calvo, nadie me verá como un niño prodigio -como Michael Chang o Boris Becker", agregó.Muster es, con el rumano Ilie Nastase, el único tenista que ha ganado en una sola temporada tres grandes títulos europeos sobre tierra batida: Montecarlo, Roma y París. Todo el mundo le considera el hombre más en forma sobre superficies de arcilla. Pero el austriaco prefiere la modestia. "Creo que, con este título, saltaré del quinto puesto de la clasificación mundial al tercero", dijo. "Está muy bien. Mi objetivo", siguió, "será trabajar para alcanzar el segundo puesto. Y, quién sabe", bromeó, "tal vez por accidente llegue a ser número uno".

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Alzar la copa de Roland Garros fue, sin embargo, la culminación de un sueño para Muster. "Desde que empecé a jugar al tenis, cuando era más pequeño que este trofeo, imaginaba que cada golpe era un match point de Roland Garros. No sé cuántas veces, miles, he soñado con ganar el auténtico match point de París, y hoy lo he conseguido. Es fantástico, prosiguió, "pero en este momento siento sobre todo alivio. Alivio por haber ganado, alivio por haberme quitado la presión de encima. A lo largo del torneo procuré no pensar en este domingo y más de una vez dije que llegar a la final no me quitaba el sueño, lo cual era parcialmente cierto, pero no del todo. Los nervios", agregó, "estaban dentro de mí. Ahora ya está".

El tenista austriaco no acudirá a Londres para disputar Wimbledon. Prefiere tomarse unos días de descanso, jugar el torneo de Viena e irse de vacaciones "para estar fresco en la segunda mitad de la temporada. Miren mi aspecto, soy mayor y tengo que cuidarme", bromeó.

En ningún momento, durante el partido, se sintió amenazado. Cuando, en el primer set, perdía 4-1 y Chang dispuso de cuatro bolas de 5-1, se limitó a "pensar ya en el segundo set, pero sin angustias. Entonces Chang falló algunas pelotas, yo me di cuenta de que su servicio no era gran cosa, me adelanté para presionarle y las cosas empezaron a marchar muy bien".

Michael Chang estaba resignado. Había perdido ante un Thomas Muster "en una forma espléndida, no invencible, porque todos somos humanos, pero casi. Hay que felicitarle por su juego, de los últimos meses. Creo que yo", añadió, "no tengo nada que reprocharme por mi juego. Cuando esta noche rece y hable con Dios, le daré las gracias".

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