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El desfelipizador

Era un trabalenguas infantil, competía con el de "un tigre, dos tigres, tres tigres comían trigo en un trigal", pero tenía en su enunciado una ambientación cósmica. Su afirmación inicial desplegaba un alcance descomunal. El alicatado hasta el techo de los folletos de propaganda de los pisos piloto de las promociones inmobiliarias se proyectaba en nuestro caso hasta adquirir las dimensiones babélicas de aquel "el cielo está enladrillado...". Pues bien, ahora algunos piensan que el actual momento político podría también definirse y cuestionarse siguiendo esas mismas pautas establecidas en el artículo de Manuel Vázquez Montalbán (véase EL PAÍS de ayer, página 13).En resumen, la propuesta para los alumnos del jardín de infancia consistiría en hacerles ensayar con la nueva modalidad de "el PSOE está felipizado, ¿quién lo desfelipizará?, el desfelipizador que lo desfelipice, buen desfelipizador será". Luego, la verificación de los resultados así obtenidos permitiría detectar los errores de dicción más probables en los que se incurre según aumenta la velocidad del intento y atendiendo a la edad media del conjunto. En sociología de buena ley habría que repetir el experimento pasando de los párvulos inocentes a los mayorzotes del Comité Federal del PSOE, donde el virtuosismo individual parece extinguirse en cuanto se ensaya la versión coral.

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En la búsqueda de ese desfelipizador en las filas del PSOE es en la que se afana Diógenes-Anguita para pactar con él dejando a salvo su tabarra preferida de "programa, programa, programa". Bien sabe el coordinador general de IU que su lema está amenazado de degradarse prosódicamente en pograma, por pérdida de la primera erre en cuanto se acelera su repetición. Por eso, precisamente ahora, para reforzar esa consonante y los valores fonológicos apicoalveolares que conlleva, Anguita se ha lanzado por la vía de los referenda paso a paso, verso a verso, alcaldía por alcaldía y comunidad por comunidad. Semejante proceder está calculado para que funcione el mando a distancia pero, en cualquier caso, sirvió para que quien puede hacerlo, es decir, el hondero David J., advirtiera el pasado lunes desde los micrófonos de Onda Cero que "Izquierda Unida es el partido más democrático en su organización interna".

Mientras, en la reunión de la Junta Directiva Nacional del PP, su presidente, José María Aznar, se ha lanzado desde el trampolín proclamando que en su partido no hay barones, ni taifas. Atención porque estos deseos pudieran avanzar el intento de un liderazgo del mismo tipo del atribuido durante años a Felipe González y que tantas abominaciones le ha valido. Porque, al final, bajo un esquema de esas características, sólo se concibe un astro con luz propia, como el Sol en nuestro sistema, en tanto que los restantes quedan rebajados como meros planetas y satélites sin otra función que la de reflejar la luz que reciben del único e indiscutido foco. Si hubo un tiempo en que los dirigentes del PSOE dejaron de ser ponderados de acuerdo a su fuerza o talento propios y sólo eran considerados de acuerdo con el número de Unidades de Cariño Felipista (UCF) que atesoraban, sería desalentador que semejante proceso degenerativo pudiera incoarse de manera tan precoz en el PP.

Dígase inmediatamente que otros indicios apuntan en la buena dirección, la de las limitaciones del poder. Así, algunos de los alcaldes y presidentes de comunidades autónomas elegidos con mayoría absoluta bajo el pabellón del PP han seguido la línea de su presidente declarando que sólo consumirán un máximo de dos mandatos en sus cargos ya inminentes, si es que les acompaña el favor del electorado y la conformidad del partido. SI se cumpliera su apuesta para ocho años, cruzarían la raya hasta el año tres del nuevo milenio. En esas proximidades convendría consultar precedentes como los aportados por José Bergamín respecto al 1 de enero de 1900, cuando en París se inauguraba la torre Eiffel y en Madrid se presentaba don Tancredo.

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