Reflexiones

Al observar el viraje de la línea editorial de EL PAÍS desde el comienzo de este año se me ocurren unas reflexiones que quisiera transmitirles. En junio de 1993, EL PAÍS pareció confiar en la palabra del presidente del Gobierno. El mensaje que éste quería transmitir, "el cambio sobre el cambio", tenía dos ideas-fuerza principales: luchar contra la corrupción y una nueva política económica de reducción del déficit público y, consecuentemente, de los tipos de interés. Lo segundo se va consiguiendo gracias también al apoyo del único grupo que podía propiciarlo. Sin embargo, quería profundizar en el primer punto, que yo considero causa de tal viraje. La dimisión de Asunción tras la fuga del impresentable provocó que el presidente apostara definitivamente por la eternamente pospuesta limpieza de Interior. Para ello nombra nada menos que a Belloch. Una de las primeras cosas que parece que hace es suprimir la asignación a los Amedo, lo cual provoca todo lo que sabemos. La ruptura del principio de asunción de responsabilidades, que hasta ese momento el Gobierno había llevado a la práctica con excesivo celo, sirve de excusa para que algunos columnistas se alejen definitivamente de la figura del presidente.Digo excusa, sí, porque creo que en el fondo de este asunto, como nos decía un profesor de la Facultad de Políticas, yace una repulsa estética hacia unos hechos que para nada son nuevos, sino todo lo contrario. Hechos que, por lo demás, todos intuíamos, sospechábamos y conocíamos. Incluso ustedes. ¿No sabían de esto en junio de 1993, cuando confiaron en el presidente?

No me parece que sea justo ni serio, precisamente ahora que asistimos al primer intento veraz desde 1975 de limpiar Interior, que cuando aparecen a la vista aquellos hechos (todos anteriores a 1993, conviene no olvidarlo, y resultado de ese nuevo talante que ustedes exigían para poder confiar en el nuevo Gobierno) que se venían cometiendo en ese ministerio, y por lo cual se nombró al actual ministro, nos dejemos llevar por las imágenes rápidas y no valoremos que la intención del Gobierno es que no se produzcan más. La estética fácilmente deriva en frivolidad.

A partir de aquí, lo injusto va derivando en capricho. Por ejemplo, la crítica al presidente por desvincular las elecciones autonómicas y municipales de la estabilidad de la legislatura, cuando nos cansamos de ver cómo la CDU perdía todas las elecciones en los länder y al final ganaba las federales en Alemania. Esto es de libro: en los Estados compuestos es frecuente el cambio de voto según el nivel del Gobierno que se elija.

Por no hablar del editorial del pasado 8 de mayo, cuando se acusó al presidente de malas maneras y "falta de estilo" al romper el Pacto de Toledo, obviando, lo cual considero muy grave, que fue Aznar quien primero lo hizo. O incluso el del pasado 18 de mayo, acusando a los socialistas de demagogos al decir que la reforma fiscal del PP sólo favorece a los ricos. Yo también lo creo.-