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Entrevista:

"¡Doña Carmen está en la primera!"

Andrés Bueno, trabajador de Galerías Preciados, recuerda sus 38 años como vendedor

"¡Doña Carmen Polo de Franco está en la primera planta!". Este grito entre admirativo e informativo formaba parte de la estrategia de algunos vendedores de Galerías Preciados para lograr que los clientes dejaran de comprar a la hora del cierre. Esto ocurría a finales de los años cincuenta, cuando estos grandes almacenes vivían momentos de esplendor y era habitual ver a la primera dama del régimen de compras en alguna de las tiendas de Pepín Fernández, el fundador de la empresa. En este ambiente entró a trabajar Andrés Bueno García, un adolescente salmantino de 14 años, que hacía tan sólo 15 días se había instalado en Madrid. Era el 17 de septiembre de 1957. Su primer cometido, con un sueldo de 500 pesetas mensuales, fue el de "niño de paquetes" en Sederías Carretas, la primera tienda de Galerías. Andrés había nacido el mismo año que estos almacenes, en 1943.En los 38 años que han transcurrido desde que comenzó a trabajar ha pasado por muchas secciones -ropa de cama y mesa, tejidos, proyectos y equipamientos, vendedor de maniquíes-, hasta llegar al edificio de la calle de la Abada, donde hoy trata de vender con muchas dificultades muebles de cocina y baño. Desde la cercana plaza del Carmen, el petrificado Pepín Fernández observa impasible cómo su imperio se desmorona. Dentro de algunos años, muchos se preguntarán a quién pertenece ese busto de piedra oscura en cuyo pedestal no aparece ninguna mención a Galerías Preciados, sólo la inscripción: "José Fernández Rodríguez (Pepín). Comerciante. Grado, 1891 - Madrid, 1982". El monumento fue erigido en 1990 por la desaparecida Asociación Cultural de Mujeres de Madrid.

"Yo tengo un gran recuerdo de Pepín", comenta Andrés Bueno. "Le conocía porque habitualmente visitaba las tiendas y charlaba con los empleados. Además, había establecido un' sistema de prestaciones sociales muy beneficioso para los trabajadores. Teníamos créditos a muy bajo interés para la compra de viviendas y un seguro de 100 pagas en caso de invalidez, jubilación o fallecimiento. Cuando yo entré, en el año 57, era muy agradable trabajar aquí. Teníamos mucho prestigio y se vendía muchísimo. No teníamos competencia alguna. Entonces no podía imaginar siquiera que íbamos a llegar a esta situación". Casado con una ex vendedora de Galerías, que dejó su trabajo al quedarse embarazada de su primer hijo, no ha trabajado nunca en otra empresa e incluso rechazó una oferta de El Corte Inglés. Otros compañero s suyos sí se marcharon a la competencia, "y la mayoría han triunfado". "Yo me alegro mucho, porque eso demuestra que la preparación que hemos adquirido en esta empresa es muy buena", dice.

Desde hace dos meses, Andrés Bueno, igual que el resto de los vendedores, cobra tan sólo 50.000 pesetas mensuales, lo que ellos llaman "la pedrea", y las condiciones de trabajo son realmente precarias. "No tenemos medios, no podemos cumplir con los plazos ni asegurarles nada a los clientes. A pesar de todo, recibimos muchas muestras de solidaridad del público, que en general es bastante comprensivo".

Este galeriano tiene su propia opinión de los distintos gestores que han pasado en la última década por Galerías y la resume así: "La gestión del Banco Urquijo fue un desastre; Rumasa, al menos, puso orden y concierto; los Cisneros, mucha publicidad y Poca eficacia; los ingleses (Mountleigh Group) compraron Galerías para especular, y la prueba es que vendieron el edificio donde está ahora la FNAC y el de las oficinas; y los últimos gestores [Fernando Sada y Justo López Tello] han sido nefastos.. Nos compraron por 16.000 millones dé pesetas y ahora deben 154.000. Un desastre. Si no llega a ser por el patrimonio que tiene Galerías, ya no existiríamos".

A pesar de todo, Andrés Bueno es optimista y espera que alguna de las cuatro ofertas que en estos momentos están sobre la mesa saque de una vez por todas de la situación de bancarrota a Galerías. No le importa que sea El Corte Inglés el que finalmente se haga cargo de la empresa, pero le preocupa el mantenimiento de los puestos de trabajo y le apena que se pierda el nombre de Galerías Preciados.

Hay en estos almacenes muchos casos similares al suyo. Gente que ha trabajado aquí toda su vida y que aquí pensaba Jubilarse. "Me tengo que hacer a la idea de que me puedo quedar en la calle y entonces tendré que buscar otra cosa, porque aún soy demasiado joven para jubilarme", añade Andrés. Sabe que tal como está el mercado laboral es muy difícil encontrar un puesto tan estable y seguro, una estabilidad que considera positiva, "mientras no se pierda el rendimiento".

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"Muchos compañeros", concluye, "renunciaron a la estabilidad de Galerías Preciados por ganar más dinero y han dado muchos tumbos. Yo no quise arriesgarme. Me gusta la seguridad y soy bastante conformista. Y no me arrepiento. Si volviera a nacer, volvería a trabajar en Galerías".

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