Hermoso como la cerveza
"Bah, es un Schubert cervecero", escuché decir a un aficionado exquisito -y muy entendido, además- en el intermedio del recital celebrado el pasado jueves en el Teatro de la Zarzuela. No asistió a la segunda parte, pienso que se equivocó. Porque, efectivamente, era un Schubert cervecero la versión que estaban ofreciendo la pareja holandesa de Robert Holl y Rudolf Jansen, o, si se prefiere, un Schubert popular. No fue el Schubert de cristal, refinado y elegante, al que tantos cantantes e instrumentistas nos tienen acostumbrados. Y precisamente ahí radicó su grandeza, su hondura. Expresivo en los acentos, atinado en los ataques, con una teatralidad a flor de piel, Holl extrajo de su potente y ruda voz ecos de confianza y de tragedia.
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