Sí, claro
Ocho parejas homosexuales, pioneras en el registro de parejas de hecho de Madrid
Se llaman Tomás Delgado y Pedro González. Pedro es rubio, casi albino. Tomás es moreno, de manos grandes. Son jóvenes y están un poco azorados. Se miran con una ternura especial. Justo detrás de ellos, Susana Alfonso y Pilar Illanas, morenas, de ojos de color miel y marrones oscuros, respectivamente, también intercambian dulzura y sonrisas. Todos han acudido a la Consejería de Integración Social de la Comunidad de Madrid. Se disponen a tomar una decisión importante.Entre ambas mujeres, una niña de tres años, Julia, presume del lazo blanco que faja la cintura de su traje de lunares sobre fondo azul. Va de fiesta. Es un día verdaderamente especial para los adultos que la rodean. Quizá también llegue a serlo para Julia, concebida por inseminación artificial por decisión de las dos mujeres que la aman y la cuidan con atención y cariño. "Es hija de ambas", dicen al tiempo, "pero sólo lleva el apellido de Susana. Algún día conseguiremos que lleve el de nosotras dos", aseguran con un destello de esperanza en los ojos.
El primer paso hacia esa ilusión futura lo dieron juntas ayer, lo mismo que Tomás y Pedro. Con otras seis parejas más, los cuatro homosexuales tomaron una decisión hasta ahora insólita en Madrid y de extraordinaria importancia: decidieron registrarse públicamente, a la luz de todos, como parejas o uniones de hecho. La decisión ha sido arropada por la Consejería de Integración Social, cuya responsable, la socialista Elena Vázquez, se mostraba ayer exultante.
Los homosexuales registrados ayer como parejas intentaban así afirmarse y desbrozar el camino para que miles de parejas homosexuales o heterosexuales, anhelantes de ser reconocidas como uniones familiares de hecho, les sigan y hagan pronto lo mismo.
Por todo eso, lo sucedido ayer junto a la Castellana fue un hito en la historia de Madrid como ciudad de tolerancia y de respeto ciudadano. La siguiente meta será una futura ley de convivencia, que hará surtir efectos civiles a sus uniones, con impacto sobre la patria potestad, la herencia y otros sueños.
"Fue en la primera manifestación gay, cerca del Retiro, donde nos conocimos", dice Carlos Patiño, orgulloso de haber acudido al registro. "De eso hace 17 años. Dos años después comenzamos a vivir juntos y somos felices. Hoy es un día de esperanza", sonríe, mientras besa apasionadamente a su pareja, Ramón Linaza.
La primera meta la consiguieron ayer. Fue el premio a su valentía. Por ella, saborearon con delectación esa mezcla de responsabilidad y de audacia que se llama libertad.
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