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Dos rival es que se odian

Lerma considera un advenedizo a Zaplana, y éste le acusa de perder el contacto con la realidad

Joan Lerma y Eduardo Zaplana son íncompatibles. Los dos aspirantes con más posibilidades a presidir la Genéralitat valenciana no han mantenido nunca una conversación privada y chirrian en las confrontaciones públicas. No se gustan; más bien se odian. Sin embargo, sus carreras políticas tienen- una coincidencia: han estado en el lugar adecuado en el momento adecuado y son líderes coyunturales.Secretario general del PSPV-PSOE, Lerma lleva 12 años gobernando la comunidad. Llegó al cargo en 1983, con 30 años y las bendiciones del aparato. Casado con una inspectora. de Hacienda y padre de un híjo, es un hombre distante que despierta reverencia y temor entre :sus seguidores.

Lerma se ha hecho con el control de la federación del partido en Valencia y nunca ha tenido reparos para desplazar a quien pudiera hacerle sombra. Cipriá Císcar, el secretario de organización del PSOE, es uno de sus más ilustres desahuciados. Tras años de litigios internos, dejó la consejería de Educación y Cultura por una plaza de diputado en el Congreso. Rafael Blasco, su mano derecha al dar vida a la organización de la Administración autonómica y con plaza en la Ejecutiva del PSPV-PSOE, también, perdió el favor de Lerma y colabora ahora con el PP. Ricard Pérez Casado, que alcanzó notoriedad como alcalde de Valencia durante nueve años, tuvo que abandonar envuelto en una oscura maniobra a varias bandlas urdida desde el poder.El Consell está formado por una gran mayoría de técnicos sin peso político en la organización. Lerma no tiene quien le acose en tre los socialistas de la comunidad y ha logrado predicamento como barón incontestado cuando suenan horas bajas en el plano nacional.

Zaplana, presidente regional del PP, encaja en el proyecto renovador de José María Aznar. Nacido en Cartagena hace 39 años, tiene tres hijos y siempre recuerda sus inicios en el sector liberal de la desaparecida UCI).Supo subirse al carro popular en el instante justo. Su predecesor, Pedro Agramunt, un empresario sin experiencia política impuesto por Manuel Fraga, compró la paz en Valencia a costa de dejar hacer a sus socios en Alicante y Castellón. Zaplana, alcalde de Benidorm gracias al voto de una concejal socialista tránsfuga, supo aprovechar el escaparate para aunar voluntades en la organización provincial y dar el salto.Apoyado dentro de la estructura nacional por gente de su promoción, como Javier Arenas o Mercedes de la Merced, no tiene el carisma del primero ni la solidez intelectual de Alberto Ruiz-Gallardón, pero se ha valido del vacío de- íiderazgo y la paz interior de las coyunturas favorables ara, con prudencia, asentarse en el puesto. Ha intentado rodearse de migos y muchos jóvenes cargos le profesan devoción, grada los oídos de cualquiera aun a riesgo de ser inconsistente y espera beneficiarse lo más posible de los vientos favorables al PP.

Los populares llevan meses en campaña. Los socialistas, alegando la responsabilidad de gobierno, no se han dado cuenta del peligro hasta última hora. Lerma nunca ha creído que Zaplana, al que califica de advenedizo sin talla política, pudiera amenazar sus 12 años de gestión en una institución que considera creación suya. Ve en él al típico producto de la derecha que busca el poder como forma de lucro personal y es incapaz de tratarle mientras estima correctas y cordiales las relaciones que mantuvo con sus antecesores: la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y Agramunt.

A su vez, Zaplana estima a Lerma como distante, incapaz de antender una relación íntima con nadie. Le acusa de vivir encerrado en el Palau y cree ue ha perdido el contacto con la realidad, pero le concede que tiene a su partido en un puño, virtud que envidia. Porque si algo tiene claro es que la parte más conservadora del PP -un sector no desdeñable y que se homologa con el regionalismo de UV- se mantiene expectante y no le permitirá ningún paso en falso ni le perdonará una derrota. Cada intento suyo de tender la mano a los centristas que han apoyado al PSOE ante el temor a la derecha más recalcitrante, especialmente en el terreno cultural, ha despertado reacciones airadas. Lerma defiende a capa y espada su gestión en sanidad y educación y argumenta que el consenso en la economía y la cultura han permitido prosperar a comunidad. Los socialistas tratan evitar que la campaña resulte invadida por temas de política nacional y speran desvinlarse lo más posible sus siglas. Zaplana tiene un guión distinto, marcado por la dirección nacional, y se plantea estas elecciones mo unas primarias. Las alusiones al proyecto de renoación de Aznar on constantes y reitera que el nuevo espírituique tanuncia es global y exige administraciones homogéneas. Zaplana dice encamar el centro y denuncia que los socialistas han ocupado un lugar que no les corresponde. Mucha tensión. Está en juego una comunidad históricamente volcada a la izquierda y- en la que el PP podría apuntarse un tanto. Zaplana llama al electorado desencantado de los años socialistas. Lerma no acaba de bajar a la arena. Su impasibilidad, que le ha valido el apelativo de La Esfinge, puede costarle cara.

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