Adiós al monstruo
Debería morir matando, pero lo tiene difícil. El motor por excelencia de la fórmula 1, el Ferrari V-12 (12 cilindros enfrentados en forma de uve), tiene sus días contados., La casa de Maranello rompe con la tradición, se suma a la moda y tiene ya listo el V-10 con el que pretende conquistar el campeonato la próxima temporada y que podría ser utilizado ya en carrera a mediados de ésta. Lo cierto, sin embargo, es que sólo el, viejo monstruo, cuya música ya suena cual insólito Stradivarius entre la actual cacofonía de los V-10, ha osado enfrentarse, en lo que llevamos de temporada, al dominio de los motores Renault, instalados, además, en los dos mejores chasis del momento: Williams y Benetton.Visto el arranque del campeonato, la partida va a decidirse entre estas dos éscuderías, con Ferrári a la espera del primer despiste. Por detrás, y apuntando ya más al futuro que al presente, los McLaren Mercedes, de la mano del finlandés Mika Hakkinen, empiezan a mostrar sus posibilidades, y otro tanto sucede con los Jordan Peugeot, más a causa del sorprendente irlandés Eddie Irvine que del encumbrado brasileño Rubens Barrichello. Las restantes escuderías compiten en otra categoría.
Por lo visto en los primeros grandes premios, se vuelve a constatar la enorme velocidad con la que evoluciona la competitividad. Véase el caso del equipo suizo Sauber, que no destaca aunque, tras ser abandonado por Mercedes, se hizo esta temporada con el motor campeón del año pasado, el FordZetek, y cuenta con uno de los pilotos más prometedores de la nueva generación, el hispano alemán Harald Frentzen. También frustrantes parecen los esfuerzos de Yamaha, que sigue en la mediocridad pese a que el viejo Ken Tyrrell, con sus excelentes cualidades de ojeador, se ha sacado de la manga al piloto sorpresa de la temporada, el finlandés Mika Salo.
Hay que constatar también que se ha consumado el relevo generacional. Tres generaciones de pilotos coexisten actualmente en el circo. De la vieja sólo sobreviven dos insignes veteranos de todas las batallas, el viejo león -ya un poco desdentado y con problemas de peso y volumen- Nigel Mansell y el austríaco Gerhard Berger, que tal vez podría realizar la mejor temporada de su ya larga estancia en Ferrari. La intermedia, formada por hombres a los que les ha llegado un poco tarde suoportunidad, conforma el grueso del pelotón encabezada por la eterna promesa, el francés Jean Alesi, aún a la espera de su primer gran premio. Damon Hill, tenaz y perfeccionista pero carente de la magia que hace a un gran campeón, o tipos como Eddie Irvine -rápido y peligroso-, lo tienen difícil, porque por detrás-pero a menudo por delante- la nueva generación de pilotos tiene ese punto de agresividad que da la extrema juventud, con el campeón, el alemán Michael Schumacher, como punta de lanza, seguido del británico David Coulthard y los ya citados Hakkinen, Frentzen, Salo, y Barrichelo (si aprende a poner a punto su bólido).
En cuanto a las escuderías, la fórmula 1 ha cambiado de dueño. El italiano Flavio Briattore, el patrón de Renetton y Ligier, controla el n . egocio junto con la gente que Lucca de Montemezzolo ha congreáado en Ferrari (Niki Lauda, Jean Todd y John Barnard). Frank Willíams, aguanta el tipo, pero el otrora todopoderoso patrón de McLaren Ron Dennis, parece perder pie, aunque éste sea para él un año de transición y disponga del apoyo de Mercedes a largo plazo. También habrá que espérar a que madure la colaboración de Eddie Jordan con Peugeot.
Pero sobre todo este. análisis domina la sensación de que el campeón de este año llevará motor Renault. La marca francesa recoge los frutos de su larga y obsesiva dedicación a la competición. El caso de Ford, en otros tiempos dominador casi absoluto,- es el contrario: paga un cierto abandono.
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