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La parábola de Nayim

No es el primer deportista que consigue pasar a la historia por sólo un minuto de oro. Y, al fin y al cabo, el fútbol es un delgado fluido natural hecho de impulsos, gestos, corazonadas, y otros leves productos de la pasión. Así, su antecesor Marcelino, El Magnífico, pasé a la historia por un pasmó seguido de un frentazo de medio perfil.Aquella jugada no fue en sí misma una obra de arte; apenas un tenso pase de Pereda desde el carril derecho y, eso sí, el murmullo de ansiedad que precede á las luces de quirófano y a las descargas de fusilería. Marcelino pudo meter una volea; con el manual en la. mano, y puesto que la línea del pelotazo se le curvaba hacia los riñones, tal vez debió resolver con un control y un toque rápido. En el último momento tomó la decisión más discutible: obligado por la necesidad de hacer algo, encogió lateralmente el cuerpo en una media reverencia, y se limitó a manejar su propio cráneo como el tenista maneja la raqueta en una subida a la red. De esta manera, la jugada terminó en un cabezazo seco, plano y simple, y la pelota salió volando hacia la base del palo. Sin embargo, allí se jugaba la Eurocopa de Naciones, y en frente estaban la URSS de Nikita Jruschov y su portero Yashin, llamado la araña negra, y el partido estaba empatado a uno, y aquello, empezaba a oler a azufre. Así que, convertido en un campo magnético, el estadio comenzó a zumbar como una caracola. Luego, reventó.

El miércoles, en París, Nayim. se enfrentó a una situación paralela. El partido se había enquistado en el empate a uno; el equipo comenzaba a hundirse en un mar de calambres, y los rudos ingleses del Arsenal venían de empaquetar ala Sampdoria en las series de tiros desde el punto de penalti. Debían de faltar muy pocos segundos para el final de la prórroga; la consigna era mantener la pelota a cualquier precio, y él venía de rebotar en el Barca y en Inglaterra, y ahora ocupaba el callejón del volante derecho en una de esas protocolarias, maniobras de ataque ala que los equipos se entregan para cumplir con el guión. Finalmente, el central inglés hizo un despeje de oficio hacia la banda, y el balón le llegó a él. Con el manual en la mano, debería retenerlo y guardarlo, pero tuvo un pálpito y ese gesto de rebeldía que a veces tienen los aprendices de crack, y decidió tirar. El balón se puso en órbita majestuosamente. Luego, entró.

Después de] incendio de París, Marcelino comentó "ha sido un gol de churro; lo importante está en que ha servido para ganar una Copa de Europa". Se olvidó de decir "como el mío"..

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