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Modelos distintos para la misma campaña

El PP compagina el arrastre de los actos masivos de Aznar con encuentros efectistas con grupos singulares

Javier Casqueiro

Joaquín Leguina y Alberto Ruiz Gallardón demostrarán, en la medianoche del jueves 11 de mayo, el don de la ubicuidad que se presupone a todo buen candidato. Sonarán las campanadas, empezará oficialmente la campaña electoral y el primero se hallará pegando carteles, junto a Juan Barranco, en el Palacio de Congresos de la Castellana. El aspirante del PP a la presidencia regional acompañará al alcalde en la tradicional pegada popular en la Puerta del Sol, precisamente donde mantiene abierto despacho Leguina como presidente regional hace 12 años. Allí parece que estarán también los números uno de IU. Todos se mancharán de cola. Algunas televisiones -al menos la autonómica- conectarán en directo con ambos lugares. Mientras, a esa hora, los telespectadores de Antena 3 verán el primer debate político -en diferido, lógicamente- entre los dos primeros personajes.

Son tales el ritmo y la activididad de los candidatos en campaña que, en una comunidad uniprovincial como la de Madrid, resulta hasta lógico que se crucen sus caravanas. Y en algunos casos sucederá. Los intereses son los mismos, y los métodos, no muy diferentes, pero hay matices. Tanto en el estilo como en el modelo elegido para afrontar la campaña, los propios candidatos son los que marcan las distancias, a veces importantes.Suena un teléfono móvil. Los muñidores de la campaña y precampaña electoral de Alberto Ruiz Gallardón, que todas las tardes toman los despachos -sólo de la primera planta- de la sede nacional del partido en la calle de Génova, miran sus bolsillos. Alguien contesta. Es Carmelo, representante del grupo pop Danza Invisible. En el PP quieren que estos músicos actúen como telonero del candidato a la Comunidad en un encuentro con jóvenes. No es posible el acuerdo. Fragua con Los Secretos.

El candidato del PP dice que no quiere actos masivos para convencidos, ni besos y abrazos sin voz, típicos de mercadillos, pero se arropa del arrastre de José María Aznar en cuanto puede. Tampoco quiere trabajarse, otra vez, el trillado feudo popular de la capital de España o de la zona norte y noroeste de la región. Porque ya son sus votantes. Normalmente consigue entre 20.000 y 30.000 papeletas más que el propio alcalde, José María alvarez del Manzano. Confía en ellos y supone que entenderán el sacrificio. No le verán, Sólo dará tres mítines: dos en la zona sur, uno en Móstoles (día 25) con Aznar, y otro en Alcorcón, en el precierre (26), y el de cierre final, también con Aznar, en la Ciudad Universitaria.

Su teoría de que es necesaria una discriminación positiva hacia el sur y el corredor del Henares, remarcada en un programa específico, la ha aplicado para organizar su campaña. Los asesores de Ruiz Gallardón son conscientes de que le faltan 100.000 votos para gobernar con mayoría absoluta la región y de que sólo los puede conseguir, de prestado, de electores que en 1982 votaron al PSOE. Ese trasvase se conduce por los municipios del sur, "por la zona templada del electorado no cautivo, pero cabreado con los socialistas", y por el 20% de indecisos que reflejan las encuestas.

Para recabar esos adeptos, Ruiz Gallardón, en realidad, se puso en ruta de precampaña el 10 de febrero, aunque le gusta decir que lleva así los ocho años pasados como líder de la oposición. Para estas últimas semanas se ha programado, por las mañanas, 17 actos sectoriales, y, por las tardes, recorridos por 36 pueblos, prácticamente todos del sur y del corredor del Henares.

En los denominados actos sectoriales, que en esta campaña proliferan en todas las candidaturas, Ruiz Gallardón se ha desmarcado y ha creado estilo. Junto con los esperados encuentros con sindicatos, empresarios o jóvenes, también hablará con grupos de partida difíciles para sus planteamientos, como los gay, chabolistas, inmigrantes, mujeres maltratadas, sordos e invidentes, discapacitados, parados, prestigiosos diseñadores de moda, rectores de universidad, cooperativistas de Vallecas, vecinos del distrito Centro, asociaciones antidroga o de voluntariado social.

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Ha entrado en la boca del lobo con mensajes premeditadamente sosegaos y hasta positivos de algunos logros socialistas. Sus expertos le recomiendan, precisamente, despeinarse un poco de la imagen más casposa de los líderes de la derecha con esos combativos colectivos aunque con ello corra el riesgo de destapar, a sus pies, el recelo de su electorado más fiel.

Para haca campaña no es lo mismo estar ya en el Gobierno que partir de la siempre crítica oposición. El alcalde de Madrid y el presidente de la Comunidad están muy limitados en sus posibilidades de acción por su función institucional, que les ocupa muchas horas y les resta tiempo para actos claramente partidistas.

José María Álvarez del Manzano, además, es la primera vez que parte desde esta teóricamente privilegiada posición. El regidor de Madrid hará, según sus asesores, una campaña de mucha calle, más inauguraciones y pocos mítines. Su equipo, en cualquier caso, se reúne también todas las tardes para salpicarle la agenda institucional de actos con vecinos y distintos colectivos, "porque en su caso hay que fomentar el contacto con la gente, que le quiere mucho".

El tiempo que entretienen en la función lógica de sus cargos se puede contrarrestar, empleado de manera inteligente, al aparecer más veces que nunca en los medios de comunicación con motivo de cualquier premio, inauguración o declaración pública. En esto, el alcalde, por ejemplo, es un experto.

Joaquín Leguina, por otro lado, se aprovecha, en este sentido, de su proyección como líder nacional del PSOE. Su agenda de entrevistas, en estos días, está colapsada y no siempre, ni mucho

menos, para hablar de temas locales. Cena con los corresponsales extranjeros en España, se ve con los especialistas económicos, departe con otros líderes de opinión.

Sobre la campaña y el modelo que prefiere, Leguina es disciplinado con lo que le marca el partido. Los mítines le parecen lo más fácil, pero también inservibles. Le gustan los debates, pero si le dan tiempo para explayarse y los otros participantes no le atropellan. Disfruta con las charlas, siempre que haya posibilidad de hablar. No le van los mercadillos ni las visitas masivas y protocolarias.

Joaquín Leguina admite que lo que más le cuesta, en época electoral, es deslindar su faceta institucional y ejecutiva como presidente de la Comunidad autónoma de Madrid y las actividades que le programa la Federación Socialista Madrileña como candidato socialista. Sabe de lo que habla porque lleva 12 años en el cargo y con ésta disputa su cuarta campaña.

En estos días se levanta todavía más temprano que nunca, acude pronto al despacho de Sol, sede del Gobierno regional, y resuelve la agenda oficial hasta media mañana. Luego se somete a los dictados que le han dibujado sus estrategas electorales hasta, en ocasiones, bien avanzada la madrugada. En el PSOE admiten, efectivamente, que la derrota y la victoria en la Comunidad se dilucidará por 50.000 votos. Durante la campaña pretenden reducir lo más posible el porcentaje de los abstencionistas potenciales. Si vota más del 65% del electorado, tendrán alguna posibilidad. Las campañas preparadas por el PSOE en la oposición en el Ayuntamiento y por Izquierda Unida, en el mismo lugar también en la Comunidad, son muy similares, casi clásicas en el hostigamiento a los respectivos gobiernos de ambas instituciones. Hay que reconocer, sin embargo, un marcaje más férreo de IU al PP municipal que al Ejecutivo socialista y autonómico.

El ex alcalde socialista Juan Barranco ha puesto en práctica, en esta ocasión, un acercamiento directo a los colectivos cuyos problemas no sólo no han sido solucionados por el PP en el gobierno, sino que se han visto agravados. Este concepto vale igual para los vecinos con viviendas estropeadas de La Elipa que para los representantes más vanguardistas de la cultura del emblemático y siempre con problemas teatro Alfil. Barranco, además, se ha refugiado de la gente que más le quiere. Vallecas, su territorio, es también su bastión. Allí le aclamaron el día de la primera piedra de la futura Asamblea, hasta allí bajó Alfonso Guerra, por su paseo central transitó con Enrique Tierno Pérez-Relaño, el hijo del viejo profesor. Su periplo electoral es inequívoco: denunciar en persona lo que el PP no hace en Madrid.

Barranco intervendrá en media docena de mítines -"es muy difícil hacer algo novedoso a estas alturas"- y no le importa estar bien arropado de líderes de su partido, desde Guerra a Juan Alberto Bellóch o José Borrell.

Paco Herrera, de IU, es periodista y ha diseñado su propio modelo de campaña. Por la mañana hace circuitos, acompañado de medios de comunicación, por los distritos de Madrid explicando sobre el terreno "y a cuerpo limpio", es decir no a los convencidos, las principales reivindicaciones de su coalición. Lo ha llamado "visualizar nuestras propuestas". Ha redactado dos programas específicos, uno para el sur y otro de medio ambiente, también ha presentado in situ, y por las tardes no perdonará los clásicos mítines, especialmente por la zona sur.

En IU asumen la escasa rentabilidad electoral de los mítines, pero también ven su papel: sirven para implantar mejor la organización del partido y para dar a conocer, en los medios más locales, a sus candidatos.Ángel Pérez es el único, novato en estas lides y ha optado por un modelo didáctico, estilo Julio Anguita, pero con mejor tono, más conciliador. Su primer objetivo es darse a conocer él y su programa. El grupo que encabeza Pérez ha renovado prácticamente toda la candidatura y tiene que poner en evidencia sus diferencias con su predecesora: Isabel Vilallonga. Ha dividido su programa en cinco áreas, donde la lucha por el empleo, los programas sociales y la organización del territorio lo impregnan todo. Su carrera de actos, uno cada día por la tarde, en la zona sur metropolitana y en el corredor del Henares, se reparte entre mítines y charlas con los componentes del tejido social.

Pérez y Herrera están en contra de la americanización de la vida política: "Eso es el endiosamiento de los políticos y alejarlos más de la realidad".

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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