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Metamorfosis del trabajo

Joaquín Estefanía

Lacampaña francesa ha tenido la virtud de explicitar algunas de las polémicas que, de forma soterrada, están teniendo lugar en otros países europeos. Por ejemplo, el grado de autonomía de los bancos centrales para instrumentar políticas económicas de rigor y de contención de los precios, incluso en contra de los deseos del Ejecutivo; la noción de "servicio público" para calificar las privatizaciones de las empresas públicas; y, lo que es más significativo, el reparto del "trabajo realmente existente" y la disminución de la jornada laboral.Imagino al viejo Gorz, el amigo de Sartre, repantigado delante de la televisión, entre sonriente y soñoliento, observando el debate entre Jospin y Chirac sobre los efectos en el empleo de una jornada semanal de 37 horas, consideración mantenida por él hace tanto tiempo André Gorz, significativo sociólogo francés, colaborador habitual de Le Temps Modernes y Le Nouvel Observateur, acaba de publicar en España su libro Metamorfosis del trabajo (editorial Sistema), que analiza y descri6e los cambios que se están dando, a finales del milenio, en los conceptos mismos de trabajo, empleo, paro y, al final, de calidad de la vida cotidiana.

No es la primera vez que Gorz interpreta este papel; más bien toda su trayectoria intelectual tiene que ver con esta metamorfosis. Sus textos Adiós al proletariado, Los caminos del paraíso e incluso Ecología y libertad mantienen la tesis de que la razón económica no debe superar nunca unos límites existenciales, culturales, ontológicos, etcétera, sin caer en su opuesto e impregnar de un sinsentido perverso el contexto en el que operamos los ciudadanos.

Metamorfosis del trabajo fue publicado originariamente en 1991 y, por consiguiente, algunas de las tendencias que anuncia se han agigantado, y otras, las menos, han perdido fuelle. Entre las primeras está el desarrollo de una sociedad que se escinde entre aquellos -cada vez más numerosos- que van siendo expulsados del mercado normal de las actividades económicas o son' mantenidos en sus periferias, y los ciudadanos que trabajarán tanto o más que ahora y que, en razón de sus resultados o sus aptitudes, dispondrán de ingresos y poderes económicos cada vez más altos.

Renuente a desprenderse de una parte de su trabajo (es decir, al reparto del que existe) y de las prerrogativas que genera el empleo consolidado, esta élite -se la puede considerar así- sólo puede aumentar su ocio encargando a terceros que le procuren tiempo disponible. Así se multiplican las modalidades de servicio doméstico, los jóvenes repartiendo pizzas, periódicos o cruasanes a domicilio, etcétera. Estas actividades son ocupaciones que Gorz denomina "de servidor" independientemente del status y el modo de remuneración de quienes las realicen.

Es decir, la élite económica de los asalariados -y, por supuesto, los empresarios- compra tiempo libre para su beneficio privado haciendo trabajar en su -lugar a terceros, a bajo precio. Con lo que el ocio de las élites procura empleo, pero con mucha frecuencia precario y a la baja, a una parte de los expulsados de la esfera de la economía tradicional. Por ello, dice el sociólogo, los gobiernos, y "hasta algunos sindicatos, legitiman y favorecen esta formidable regresión social" con el pretexto de que permite crear trabajo.

Cuando se manifiesta la recuperación económica y aumentan el consumo, la inversión y el bienestar, es cuando la dualidad produce más exasperación, emergen los nuevos pobres y se crea el riesgo de la fractura social y de los extremismos, que han verbalizado con tanta preocupación tanto Lionel Jospin como Jacques Chirac. La respuesta a ello, a partir de hoy, cuando se sepa quién es el nuevo presidente francés.

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