Por fin lo importante fue acabar
Gloria, que el próximo día 30 cumple 60 años, estaba encantada. "iHuy!, pero si por aquí otros años iba yo ya sola y esta vez voy rodeada de inocetones". Gloria corría su decimoquinto maratón y ya estaba resignada a convivir con la soledad del corredor de fondo. Ella mantiene un trote constante y siempre tarda cuatro horas y media; a ese ritmo, en ediciones atrás, cerrando carrera, acababa engullida por el tráfico. Esta vez se lo pasó mejor que nunca.El maratón de Madrid, ayer, fue un calco al de Nueva York, una vez que pasaron los primeros clasificados en pos de la victoria y los devorados que persiguen hacer la mejor marca de su vida. Atrás, lo que importaba era llegar.
En España, los maratones iniciaron su regresión en el momento en que todos los que participaban regularmente en ellos alcanzaron sus límites. Eran tremendamente competitivas y sólo se escuchaba una pregunta: ¿Qué marca has hecho? No importaba el terminar, sólo el haber conseguido un buen tiempo. En tales condiciones era muy difícil que entraran participantes nuevos, porque si no tenían un buen nivel quedaban condenados a la marginación. Gloria era una de las pocas personas que tenía superado el síndrome.
2.000 sin experiencia
Madrid apostó este año por popularizar su maratón. Por primera vez hubo que cerrar el cupo de inscripción, porque se apuntaron casi 5.000 personas, 2.000 de ellas sin ninguna experiencia en el maratón. El ambiente que se vivió recordó al de la primera edición. Nadie se preocupaba de las marcas, como sucedió en 1978 o como ocurre cada año en Nueva York, donde la única pregunta que existe es la de ¿did you finish? (¿terminaste?).
El objetivo, ayer, era sólo ése: llegar a la meta. Llegó Gloria, cómo no, en sus cuatro horas y media; llegaron los 900 paracas que, inscritos for2osos algunos, tendrán un par de días de des-_ canso; llegaron los 40 superhéroes que se habían levantado a las cuatro de la madrugada para hacerse 40 kilómetros antes de salir en el maratón; llegaron, hasta varias veces incluso, los corricolaris que se habían apuntado como guías para ayudar a la gente que debutaba, porque hubo quienes después de hacerse su maratón salieron a echar una mano a los que pasaban un infierno en los kilómetros finales. ¿Infierno? Sería la puerta de la gloria, porque jamás 4.175 personas se emocionaron tanto como ayer en el momento de cruzar la meta, momento en el que conocieron el éxtasis del maratón.
Y llegó, aunque fuera de tiempo, Antonio Soler, de 22 años, quien, despreciando el coche escoba, terminó la carrera sorteando el tráfico de Madrid. Y lo explicó: "Me he perdido porque soy de Jaén y no conozco esto; el tiempo me da igual, la medalla me da igual: lo que importa es que éstas [se golpea las piernas] han pasado por ahí [señala la metal".
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