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AL CAMINO DE LA EUROCOPA

Victoria sin brillo

España se impone a Armenia y se mantiene firme en la cabeza de su grupo

José Sámano

ENVIADO ESPECIAL Fue un trámite sin brillantez. Un duelo oscuro y falto de tacto, resuelto por España de acuerdo al guión de Javier Clemente: con eficacia. Un argumento solvente cuando el rival tiene identidad, pero irrelevante cuando el contrario está empezando a caminar. Cuando gatea de tal forma que el Gobierno ofrece un premio al armenio que anote el primer gol en la escueta historia internacional de su fútbol. Ni siquiera en una cartelera semejante, España fue capaz de iluminar su juego. Clemente apostó por el perfil habitual -plomo y acero- y España condujo el partido con desidia y cierta atonía. Así liquidó la ecuación más fácil de su tránsito hacia la Eurocopa.

La velocidad y la imaginación son los atributos que vallan la frontera entre los equipos de rango y los conjuntos sin pedigrí. Los primeros son capaces de maniobrar con más aceleración. Entonces, desequilibran. Pero sí el grande renuncia al catálogo surge la rutina. El partido se resuelve en los vericuetos del modesto. Todo es obvio, lineal. Nadie engaña a nadie. Así deambuló España por territorio armenio.

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Con la tradicional apuesta de dos ejes del mismo corte -Donato y Nadal- España buscó desde el inicio una consistencia innecesaria. Nada hacía presagiar que Armenia necesitara dos tapones. Donato y Nadal pulieron un juego exasperadamente lento. El balón circulaba con una cadencia infinita y desembocaba en la banda derecha, donde Goikoetxea se empeñó en ofrecer un exhaustivo discurso de pases hacia el área. Todo un muestrario de roscas inútiles.

Peor lo tuvo Amavisca, un ermitaño en la izquierda. A su espalda, Clemente colocó a Otero, un defensa derecho poco dotado para el toque que acentúa sus carencias cuando debe revolverse en la izquierda, su territorio más hostil. Con las bandas limitadas, España viró hacia Luis Enrique, ayer de enlace con Pizzi. El asturiano no tiene el corte de un media punta, de un asistente con recursos para el engaño en una zona donde los espacios no existen, hay que inventarlos.

Sin elementos para mandar y engañar a sus espaldas, Pizzi apenas se proyectó en el área. Vivió como un anacoreta, aislado a la espera de un balón perdido, sin rumbo que le permitiera cumplir su misión. Para obedecer, el balón primero debe llegar. En medio de este entramado España trenzó un partido deslavazado. Plano y poco conmovedor. Sin un guiño para el deleite. El encuentro discurrió con los españoles adormecidos y los armenios galopando en cuanto podían. Sin sentido, pero con cierta pulcritud, intentaron sin éxito quebrar la defensa española, restaurada en el centro con la titularidad de Alkorta y el debú de Karanka, un defensa para las agendas, con cierto aire señorial en la conducción y buena disposición táctica. Su presentación pudo ensuciarse con un despiste general que a punto estuvo de aprovechar Petrosian, un extremo armenio que tuvo el premio más cerca que ninguno de sus compañeros. De haber marcado hubiera dado lugar un diccionario de suspicacias. Al fin y al cabo es el sobrino del presidente de la República. Quizá el destino ayudó a España.

Cuando el partido apenas dejaba argumentos para la retina, Armenia cometió un pecado inocente, propio de selecciones con este pelaje. Un baile entre el portero y el central acabó con el balón en, el cuello del primero y Amavisca, que pasaba por allí, lo empujó a la red. Con el partido de cara tampoco llegó la chispa, ni la velocidad, ni la imaginación. La misma simetría hasta el final, sólo alterada por el gol de Goikoetxea. La única huella imborrable del partido. Fue un tanto muy propio del navarro, un jugador poco amigo del gol, cuyo escaso repertorio tiene letras de oro. Fue un gol de una complejidad extraordinaria. Un zapatazo de izquierda contra las telarañas. La única lección aprovechable para el aplicado equipo armenio. Quizá pueda extraer otra: el fútbol sin brillo. es perecedero. Eficaz, pero poco conmovedor. Vive enganchado a los resultados -asunto trascedental, por supuesto-, pero nunca se viste de etiqueta. Cuestión de gustos.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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