El atentado
A ETA le sienta bien el PP. El atentado contra José María Aznar demuestra que a los etarras les daba igual vivo o muerto, habida cuenta de que el magnicidio iba a ser rentable para el Partido Popular, con o sin Aznar al frente. La declaración de guerra contra la previsiblemente futura mayoría no es una respuesta caliente a la progresiva radicalidad del discurso españolizador de Aznar o del PP, sino una fría elección que amenaza con lo que Elorza ha llamado la "argelinización" del terrorismo vasco. Si el IRA intentó matar a Margaret Thatcher, ETA también puede plantearse un safari de caza mayor, cada vez más provocador hasta llegar al borde del abismo.Matar al líder de la oposición puede parecer un absurdo táctico porque en un sistema político estable su vacío sería inmediatamente ocupado y se cumpliría la lógica del sistema. Pero la sensación de absurdo desaparece cuando se comprueba que la intención no es desestabilizar al PP, sino la rentabilidad del gesto en sí, del atentado en sí. ETA puede intentar matar al jefe de la oposición y aunque el mundo siga andando, ahí queda ese alarde de la logística del terror que pueden volver a utilizar con cualquier otro objetivo suficientemente escandalizador. El estómago de la democracia está obligado a tragarse estos sapos sin recurrir a la excepcionalidad, porque la excepcionalidad se sabe cómo empieza y también cómo termina
Ante la osadía del atentado convendría que los auténticos creadores de opinión y no los que somos simples arrendatarios de columnas, contaran al pueblo español la verdad y nada más que la verdad sobre el pulso planteado con ETA, a todos los niveles con todas las claridades. Así las buenas gentes del lugar harían el suficiente acopio de paciencia y racionalidad para no caer en la trampa de responder a la monstruosidad con la monstruosidad.
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