Francia vota hoy con más dudas que nunca
Algo más de 40 millones de electores franceses están convocados hoy a las urnas para seleccionar, entre nueve candidatos, los dos finalistas, entre los que se elegirá el 7 de mayo al sucesor de François Mitterrand. El último sondeo, efectuado entre el jueves y el viernes, no cambia las cosas: Jacques Chirac espera un 24% de los votos; Lionel Jospin, un 19,5%, y Edouard Balladur, un 19%o. La segunda plaza, que se disputan Jospin y Balladur, se mantiene como gran incógnita.
El fenómeno más llamativo es el de los indecisos. Un 38% de los encuestados muestran aún ciertas dudas, frente a un 33% hace dos semanas, al principio de la campaña. Conforme han hablado los candidatos, ha aumentado la indecisión de los electores. La campana no ha sido esclarecedora, sino más bien lo contrario.Este fenómeno es todo un índice del desarrollo de la campaña en la que los principales candidatos han ido desgranando sus posiciones sobre los asuntos clave: paro, impuestos, Europa.
Para un político que presenta un programa de futuro es básica su relación con el pasado. Para Balladur, el programa no puede estar en desacuerdo con su tarea de Gobierno de los últimos dos años para no entrar en contradicción consigo mismo; para Lionel Jospin, antiguo primer secretario del PS y ex ministro de Educación con Michel Rocard, la ruptura con el mitterrandismo -que en 1981 prometía "romper con el capitalismo" y ha acabado por "romper con el socialismo"- tampoco es fácil, pues significa cortar con una tradición colectiva; para Jacques Chirac el pasado queda más lejos, aunque no faltan quienes le recuerdan laborista, los que le han visto de gaullista ortodoxo o los que le han conocido como thatcheriano radical. A Chirac todos los trajes le van bien y ése es su problema: que puede parecer tan sólo una buena percha para modelos de calidad, muy distinta.
El paro, cómo crear trabajo, es la obsesión común de los tres candidatos. Balladur confía en crear un millón de empleos en cinco años contando con un crecimiento sostenido del producto interior bruto del 3,5% y una nueva disminución de las cargas sociales; Chirac es más intervencionista y promete remunerar a los empresarios que contraten a parados que lleven más de un año en las listas del desempleo; Jospin apuesta por la reducción de la semana laboral, que pasaría a ser de 37 horas en 1997 y de 35 en el 2000. Su lógica keynesiana le lleva también a intentar reactivar el consumo a través de moderados aumentos salariales. Jacques Delors cree que el proyecto de Jospin "permite disminuir el número de parados en un millón en el plazo de tres años".
La moneda única de la UE opone a los tres candidatos. Balladur cree posible reducir el déficit antes de 1997 para satisfacer todos los criterios de convergencia; Jospin da por. buena la segunda oportunidad de enganche, la de 1999, porque no ve factible pedirle al país el sacrificio de ahorrar 150.000 millones de francos en dos años; Chirac critica el monetarismo de la actual política económica y se desentiende del ecu si su compañero de mitin es Seguin, pero vuelve a ser partidario de él si comparte micrófono con Alain Juppé.
Ortodoxia, populismo...
Balladur es la encarnación de la ortodoxia económica, mientras Chirac opta por un populismo nebuloso y Jospin se inscribe en la tradición de la izquierda moderada, que reclama voluntarismo, participación del Estado y mejor reparto de la riqueza.
El agujero de la Seguridad Social (SS) no preocupa a Chirac, que confía en resolver el problema gracias al crecimiento: cuantos más coticen, menor será el problema de la SS o las pensiones. Balladur sabe que no basta con salir de la crisis y ya aumentó la exigencia de años trabajados para poder jubilarse y un cierto control del gasto médico, pero los 100.000 millones de déficit siguen ahí; Jospin quiere que un impuesto -la CSG- que sólo pagan los asalariados se aplique también a los beneficios del capital. Su fórmula parece buena, pero necesita de muchos años de rigor para ser eficaz.
Respecto a los impuestos, Balladur ha renunciado a su inicial pretensión de reducir la presión fiscal, mientras Chirac es el apóstol del "demasiado impuesto mata el impuesto", aunque luego admite querer aumentar la CSG o el IVA, y Jospin no propone ninguna revolución y tan sólo aumentar el impuesto de sociedades al nivel alemán.
Una generalización un tanto abusiva debiera permitirnos resumir así los programas de los tres candidatos con más posibilidades: Balladur es el continuismo de la actual gestión; Chirac, es la aventura en nombre de la a lucha contra la odiosa "única política posible", lo que él llama el "pensamiento uniforme"; Jospin es un socialdemócrata moderado que quiere poner en primer término el compromiso ético.
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